600 participantes esperando la salida, una de las más madrugadoras del circuito de marchas y carreras por montaña que a mí me obligó a levantarme a las 02:30, para un viaje en donde compartí espera en una fría avenida de polígono con una docena de conductores recién salidos de las discotecas del Vallès para pasar control de alcoholemia. Momentos antes de darse la salida pude encontrarme con Dolors Puig, ultrafondista irreductible donde las haya.
Esperando la salida en el Porxo d'Aiguafreda.
El perfil de la prueba es muy característico y evoca la silueta natural de la montaña. Destacan la ascensión de más de 600 m hasta el Castell de Tagamanent, los toboganes del Pla de la Calma, la dura ascensión de 550 m en 3 partes diferenciadas a la cima de Matagalls (1.697 m), la técnica bajada de 600 m a Sant Marçal, la divertida subida de 600 m a la cima de Les Agudes (1.706 m), con emocionantes y peligrosas trepadas incluídas, el cresteo desde Les Agudes al Turó de l'Home (1.706 m) y la larguísima bajada desde este pico hasta la meta de Gualba, de 16 kms y 1.500 m de desnivel.
A pesar de ser la 5ª vez que participaba en esta prueba no he dejado de sorprenderme por la dureza de un recorrido que combina subidas y bajadas pronunciadas y técnicas y tramos de llaneo en los que se requieren ritmos altos de carrera para no descolgarse. Si a eso le añadimos una muy buena organización con cuidada atención a los participantes y unos paisajes maravillosos, la TM es sin duda una de las mejores antesalas de cualquier temporada de carreras por montaña, con un acumulado de distancias y desniveles que invitan a pensar en otros objetivos más largos.
La subida al Pla de la Calma se realiza aún de noche, a tiro de frontales, por los pinares de Tagamanent, en medio de atmósferas cargadas por los olores de la madrugada y del estruendo del despertar de miles de pájaros alborotados por la llegada de las primeras luces. Unas sensaciones que procuran un gran placer al corredor a esas horas de la mañana. Aquí reconocí a Carlos, con quien coincidí el año pasado en la Núria-Berga y en la Matagalls-Montserrat, y me reconoció Francesc Aguilar, con quien compartí un tramo de Camíns dels Matxos hace bien poco.
Desde el Castell de Tagamanent, se podían observar las primeras luces que se asomaban por encima de la silueta del Pla de la Calma y de un lejano Matagalls.
El tramo del Pla de la Calma coincide con la salida del sol, la llegada de las primeras luces y de las primeras sombras, obteniendo contrastes espectaculares en medio de una atmósfera limpia y ventilada por el habitual viento del norte. Los toboganes del camino no son obstáculo para tener que imprimir un fuerte ritmo de carrera que contrasta con la serenidad y la quietud de los rebaños de ese lugar.
La subida a Matagalls a través de un sendero muy empinado pone a prueba a todos. Hay dos tramos cortos bastante planos que permiten respirar y recuperar... ó trotar para obtener ventaja. El paso por hiniestares amarillos es una maravilla de la naturaleza y un placer para el olfato en unos momentos en los que se necesita respirar hondo. Las vacas le ponen el punto pintoresco al sector del Turó d'en Bassa.
Collformic y el Turó d'en Bassa, vistos desde el Turó Gros. Contraste del verde de los prados con el amarillo de los hiniestares y con la sombra que proyectaba Matagalls.
Superado Matagalls, el tramo de la bajada a Sant Marçal discurre por el sector más bello de la montaña, por el interior de unos hayedos silenciosos en los que la luz tamizada del sol le dan una atmósfera fresca y verde al lugar. La pendiente es muy acusada y el sendero muy técnico, pero bajé rápido y sin ningún problema.
Superado Matagalls, el tramo de la bajada a Sant Marçal discurre por el sector más bello de la montaña, por el interior de unos hayedos silenciosos en los que la luz tamizada del sol le dan una atmósfera fresca y verde al lugar. La pendiente es muy acusada y el sendero muy técnico, pero bajé rápido y sin ningún problema.
El Coll de Pregon, espectacular y sencillo, produce un claro en medio del hayedo.
La subida a Les Agudes siempre me despierta incertidumbre y pesar. Sin técnica de escalada este sector resulta de enorme dificultad a la que hay que añadirle el desnivel a salvar, 600 m, con tramos de elevada pendiente en los que parece que me quedo sin aire.
Liderando un grupo sin experiencia en la Travessa, en el que iba la 1ª mujer clasificada, fui buscando la mejor vía casi de memoria. El pánico que sufrió uno de los integrantes del grupo por vértigo me hizo quedarme junto a él para darle tranquilidad y seguridad y distraerle con conversaciones sobre sus carreras favoritas. Al llegar a la cresta le dejé ya a su aire y yo seguí a mi ritmo.
Por la cresta de Les Agudes dí alcance a la 1ª mujer clasificada, mientras las nubes surgieron de golpe en la cima del cercano Turó de l'Home. Tenía muchas ganas de llegar a aquella cumbre para pensar sólo en bajar y estirar la zancada. Un avituallamiento con sandía y naranja me llenó de energía y felicidad. El reloj me indicaba que podría rozar las 7h 15m y quizás lograr marca en esta prueba. En los controles entraba siempre por debajo del puesto 60 y ello me daba mucha motivación.
La cresta de Les Agudes en dirección a un Turó de l'Home tapado por la única nube del cielo.
Corredores apurando los últimos metros de la ascensión al Turó de l'Home con las nubes agarrándose a la cima pese al empuje del viento.
Los 16 kms de bajada, salvando un desnivel de 1.500 m hasta la meta de Gualba, los hice a tope, arriesgando mucho, sobre todo en el hayedo de bajada al Pantano de Santa Fé, en el que decenas de excursionistas se cruzaban de subida en el camino de los participantes.
Las orillas del pantano, pobladas por sauces y hayas, son un regalo para la vista que el corredor apenas tiene tiempo de valorar con el ojo más puesto en el suelo y en las ramas que otra cosa, pero el paso por el dique, sin peligro alguno sí que permite esa contemplación que engrandece el espíritu y dan alas para lo que queda de bajada.
Ese tramo de la bajada, en un día caluroso como era éste, supone un auténtico infierno por dentro del Gorg Negre, vaguada cerrada y pétrea expuesta al sol de mediodía en la que el calor reinante merma las fuerzas de todos sin remedio.
Las campanadas del mediodía de la Iglesia de Gualba me ponen sobre aviso de que lo tendré imposible para bajar mi marca, constatándolo a medida que los minutos pasan sin remedio y no acabo de llegar a las afueras del pueblo. Trotando con dolor por los caminos polvorientos y calurosos de entrada a Gualba saqué las fuerzas de donde pude. Al oir los aplausos a mis predecesores me eché hacia adelante y bajé con ganas y alegría por la calle principal, hasta llegar al jardín de la Iglesia en donde estaba ubicada la meta.
En total fueron 7 horas y 27 minutos de disfrute en plena naturaleza que me hicieron entrar en el puesto 58 de la clasificación, algo que ni yo mismo podía imaginar.
Tras charlar y comentar la prueba con algunos de los llegados junto a la fresca fuente de Gualba, hizo entrada en meta la 1ª mujer clasificada, Elena, una gran campeona y muy buena persona con quien fui coincidiendo en diferentes momentos de la carrera y con quien no dudé en fotografiarme tras descansar algunos minutos: