25 de octubre de 2009

Freus

Freu: palabra catalana que en la Costa de Girona (Costa Brava) se utiliza para denominar a los pequeños y estrechos canales existentes entre el continente y los islotes rocosos que se extienden a lo largo de esa costa ó entre esos mismos islotes entre sí.
Nada mejor para conocerlos que navegar por ellos y, aprovechando una mañana de Mediterráneo sereno y plano, hoy me dí cita con algunos amigos kayakistas para disfrutar de todo ello: Albert, David, Rafa, Manel, y las anfitrionas, Rosa y Gemma, que nos mostraron todos los freus existentes, con todas las pistas y secretos para atravesarlos y no remojarse con un vuelco en el intento, desde Lloret de Mar hasta Cala Morisca, unos 8 kms de ida y vuelta, recortando toda la costa rumbo nordeste, hacia Tossa de Mar.
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Albert, Manel, yo y David en el punto de encuentro, la recogida playita de sa Caleta, en el extremo oriental de Lloret de Mar.
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Sa Caleta y David en primer plano, esperando al resto del grupo para comenzar la expedición.
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Característica imagen de Lloret de Mar, el Castell d'en Plaja.
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Atravesar un freu tiene su técnica, los kayakistas locales son expertos en ello, pero para los que venimos de costas más monótonas supone todo un desafío en el que hay que tener en cuenta varios factores, como el estado del mar, las características de las olas, la observación del reflujo (fundamental para no quedarse varado en un escollo... y volcar), la boca por donde entran las olas, la sinuosidad y la estrechez del freu ó la profundidad del mismo, entre otros...
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Rosa intenta atravesar un freu en es Tirador de Fitorc.
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Atravesando el Freu d'es Paraigua.
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Imagen 100% Costa Brava: Cala Gran.
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Sobrevolados por cientos de gaviotas en el acantilado de es Mulans.
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Barcas de pescadores en la Platja de sa Somera varadas junto a la Caseta d'en Joncadella.
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Contraluz en uno de los freus más espectaculares, el de Cala Rajols, con un valioso ejemplar de pino mediterráneo a escasos metros del mar, sobreviviente heroico de mil temporales, ejemplo de adaptación al viento, al salitre, al sustrato de roca viva y a la escasez de agua.
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Por la costa de ses Falzies, dirigiéndonos hacia una cueva...
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La Cova de ses Falzies.
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Adentrándonos en la cueva... el oleaje producido por una enorme embarcación recreativa invitó a abandonarla...
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El estrecho y largo Freu de sa Fusta.
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Desembarcando en Cala Morisca, punto para almorzar e iniciar el regreso.
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Un ratito para reponer fuerzas, estirar piernas ó darse un baño...
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En un entorno de enorme belleza mediterránea me dispongo a regresar con el resto de kayakistas.
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Dirigiéndome al Freu de sa Porrassa, observando las rocas semisumergidas y el comportamiento de los reflujos...
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Enorme sensación de libertad por la infinitud del mar. Delante, Gemma, y al fondo, Narcís, que venía de pescar y también se unió al grupo.
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Abigarrada colina en Cala Canyelles.
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Centenares de gaviotas alborotadas sobrevuelan nuestro paso.
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A punto de concluír se produce el avistamiento del Paseo Marítimo de Lloret de Mar, y detrás, pero a decenas de kilómetros, distingo el Turó de l'Home, cuya cima fue testigo en Mayo de mi paso por la Travessa del Montseny.
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Narcís, delante del Castell d'en Plaja, a punto de desembarcar en sa Caleta.
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Y como no podía ser de otra manera, tras terminar, disfrutamos de una cervecita a pie de playa, planeando nuevas aventuras, en un Lloret de Mar que se resiste a la llegada del invierno aferrándose a la presencia de numerosos y agradecidos turistas eslavos ó del norte de Europa: mientras cargaba mi kayak en las barras del coche una turista me explicaba con añoranza y cierta melancolía que ella tenía un kayak de mar exactamente igual al mío... ¡¡¡en Moscú!!!

7 de octubre de 2009

El Pantano de Sau

¡Cuántos pueblos han perdido su alma bajo las aguas de los pantanos!
Sus restos, vestigios de un pasado mejor, yacen sepultados bajo toneladas y decenas de metros de agua, silenciosos, habitados únicamente por los peces que en ellos encuentran refugio.
Pero cuando el nivel de las aguas desciende por la demanda ó por un régimen de lluvias seco, aparecen a la vista, mostrándose orgullosos de resistir año tras año a la acción del agua, del sol y del oleaje. La memoria de la piedra les vuelve a dotar de cierta vida latente... muda... como sucede en Sau desde que en 1.962 el pueblo se sumió en las profundidades del pantano.
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Este año el Pantano de Sau registraba un elevado nivel en sus aguas, dejando al descubierto sólo el último tramo del famoso campanario de la iglesia de Sant Romà de Sau (Siglo XI), por cuyas ventanas atravesamos navegando, curiosos, el grupo de kayakistas participantes en la 3ª Concentració de Kayaks de Sau, organizada por Aquaterra Club.
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Carlos Barro, a quien tuve la oportunidad de conocer en la concentración.
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Los kayakistas, por el centro del pantano, dirigiéndonos hacia el famoso Campanar de Sau.
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En medio de un ambiente fresco y nebuloso, nos fuimos acercando hacia el campanario semisumergido, con el nivel del agua llegando a la última ventana...
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...en contraste con el nivel que ofrecía hace justo un año...
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Todos queríamos atravesar navegando por dentro del campanario.
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En el interior un repentino silencio y la memoria de las piedras recuerdan que muchas manos levantaron el edificio hace 1.000 años.
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Al otro lado, tras pasar bajo la cúpula.
La travesía ofrecía nuevas visiones, nuevos puntos de vista de las montañas, de las laderas, de las rocas, de las orillas, puntos de vista muy diferentes a otras ediciones en que el nivel de las aguas dejaba al descubierto una sucesión de laderas y acantilados desnudos.
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Entre la neblina, dirigiéndonos hacia Cingles del Grau.
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Nebuloso e inquietante Puig de la Força.
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Carles, otro de los amigos kayakistas, y el Puig de la Força.
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Bajo el paradisíaco Parador de Turismo de Sau.
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Una palista disfrutando del kayak en un paisaje de ensueño.
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Convergencia de líneas, colores y estratos en la Cinglera de la Sarment.
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Paleando en dirección al Monasterio de Sant Pere de Casserres (Siglo XI), al fondo y en lo alto.
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Caprichosos huecos en una de las moles de la orilla.
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Remanso plácido, al abrigo del viento, frente a Sant Pere de Casserres.
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El nivel del pantano permitió remontar la cola de las rieras de les Gorgues y de Sant Martí, hasta alcanzar en ésta última un recodo abrupto, vertical, en el que un lejano rumor de agua se iba aproximando y en cuyo final se apareció, de repente, la cascada del espectacular Salt del Cabrit, en cuyo remanso permanecí todo el tiempo que me pidieron los sentidos, mi mente y mi espíritu...
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El Salt del Cabrit... imprescindible...
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Todos nos queríamos aproximar a la cascada.
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Enorme sensación refrescante y relajante.
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El regreso, con un paleo ágil y rápido a todo lo largo del pantano, permitió volver a admirar, ya desprovisto de nubes, el Puig de la Força y las Cingleres de Tavertet, hasta llegar al embarcadero y dirigirnos al Club Nàutic, en donde esperaba a todos los participantes una estupenda comida.
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El Puig de la Força, tras regresar.
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Tras la larga y entretenida sobremesa nos fuimos a las instalaciones de Aquaterra Club para formalizar el cierre de la 3ª Concentració de Kayaks de Sau con un brindis, como no podía ser de otra manera, con cava y coca, mientras el sol se dejaba caer suavemente sobre sus propios reflejos del pantano...
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