24 de junio de 2012

Emmona 2.012: Campeonato de Catalunya de Curses d'Ultrarresistència


Cita de las importantes en Sant Joan de les Abadesses para tomar parte en una prueba de alto nivel, por el trazado (a través de las impresionantes cimas y valles del Pirineo gerundense), por el recorrido (107 kms), por los desniveles (16.600 m acumulados en subidas y bajadas muy exigentes), por la participación (al ser Campeonato de Catalunya de Curses d'Ultrarresistència) y por la organización (impecable, cuidando todos los detalles posibles en un ultratrail en semi-autosuficiencia).Ya la tarde previa se podía respirar un fenomenal ambiente de trail, con los carteles y banderolas exibiéndose por el pueblo, los corredores, el briefing (siempre me hace sentir cosquilleos en el vientre)... y sobre todo en la cena del corredor, brillante propuesta que sirvió para el reencuentro y el hermanamiento entre todos los que quisieron apuntarse.
Acudí a esta cita con mi amigo y compañero de fatigas Paco del Moral. Para ambos era el mayor reto de cuantos habíamos disputado en nuestra vida deportiva. Las cifras de Emmona asustaban, y tanto los días previos como la noche anterior nuestra inquietud fue en aumento. El conocer en parte el recorrido nos proporcionaba unas buenas dosis de ansiedad ante lo que sabíamos ibamos a sufrir.

 Muy buen ambiente en la cena del corredor la noche anterior.

Y llegó el momento de la salida. Se notaba el nerviosismo entre todos. Pero el reencuentro con amigos del trail rompía la tensión. Puntualmente se dio la salida y comenzó lo que acabaría siendo una grandísima ultra.

Todo a punto y despedida de Paco, con nervios e inquietud antes de comenzar. El ver a Jordi Garcia y a Antonio De Arriba Cejudo por allí me distrajo la tensión.
El primer escollo, y también sería el último, fue la rampa del puente medieval de Sant Joan, pero dejando bromas aparte Emmona es una auténtica orgía de subidas descomunales y exigentes, con sus respectivas bajadas que lejos de servir para recuperar lo que hacen es ir cargando y asfixiando poco a poco los cuádriceps: Puig Estela (2012), Coma d'Olla (1937), Puig Cerverís (2163), Coll de Tres Pics (2407), Coll de la Marrana (2529), Bastiments (2882), Pic de Freser (2835), Pic de l'Infern (2870), Pic dels Gorgs (2796), Pics de la Vaca (2820), Pic de la Fossa del Gegant (2808), Pic de Noucreus (2799), Puigmal (2910), Tossa del Pas dels Lladres (2661), La Covil (2001) y Taga (2039), todos y cada uno de ellos, fueron testigos de las aventuras y de las desventuras de los 280 participantes.

 La primera rampa de la carrera, subiendo por el Pont Vell.

La primera rampa, pasando por el Pont Vell de Sant Joan de les Abadesses. Foto de Fotoscurses Assumpta.

Los 3 mejores momentos, la subida a Puig Estela, de 1250 m, aún con todo el mundo fresco y de buen humor, la bajada a placer en slalom desde Noucreus a Núria, y el tramo de 12 kms finales desde Coll de Jou hasta meta, recuperándome poco a poco del palo del Taga, pero en el que acabé trotando y disfrutando de un sendero suave y blando. Por contra, los 3 peores momentos fueron la subida al Puigmal, que me pilló a mitad de carrera y ya precocinado por un "horno" llamado Bastiments, el tramo de madrugada por el bosque de Montgrony, con evidentes síntomas de desorientación por crisis de sueño que me obligó a tumbarme por 2 veces a dormir (gracias Oscar por acompañarme en mis peores momentos), y el colapso muscular y articular que sufrí subiendo por el tapiz verde y vertical del Taga.

 Las primeras y empinadas rampas por la Serra Cavallera, camino del Puig Estela.
 La hilera de corredores subiendo a Puig Estela y coronando la cima, con Oscar Domenech.

 El fresco paisaje del Ripollès a primera hora de la mañana, con Enric Sabaté.

 La hilera de hormiguitas subiendo por la empinada ladera. El paisaje se abría sin solución de continuidad.

 Llegando a la cima redondeada de Puig Estela (2.012), primera subida importante de la carrera. Foto de Enric Sabaté.

 Camino de la Portella d'Ogassa, con el Taga (2.039) al fondo. Aquí comenzaba una deliciosa bajada hacia Pardines.

 Llegando a Pardines, con el Puigmal al fondo esperando inquietantemente.

 Avituallamiento de Pardines. En todos ellos la atención de los voluntarios fue excelente.
 Llegando al avitallamiento de Pardines, fresco como todo el mundo a esas horas de la mañana. Foto de Jaume Soler.

 Desde Puig de les Graves (2.219) se distiguían reflejos plateados más allá de la Serra de la Albera... la Badia de Roses?

 Todo un lujo de chiringuito en el control de Coll de Trespics. Un poquito de descanso, alimento y bajada a Coma de Vaca.

 Pirineo brutal y sin concesiones. A la izquierda Coma de Vaca y a la derecha Bastiments.

 Por el Pla de les Eugues, un regalo suave y blando en el que poder trotar a placer, con el Estret de Freser cerrando el paso.

 Cascada en el Estret de Freser.

 Subiendo por la Feixa LLarga al Coll de la Marrana. La pendiente pronunciada volvía a poner a todos a prueba, con Oscar Domenech.

 El coll de la Marrana (2.529) y el pico del Gra de Fajol (2.714).

 Subiendo el Coll de la Marrana (2.529), entre Vallter y Vall del Freser, punto de arranque de la subida al Bastiments. Foto de Oscar Domenech.

 Esa silueta del Bastiments no se me va de la cabeza. La fila de hormiguitas por su ladera asustaba. Foto de Oscar Domenech.

 Subiendo Bastiments. Atrás quedaban el Coll de la Marrana y el Gra de Fajol (2.714) y se abrían las vistas al Pirineo más oriental. Foto de Oscar Domenech.

 La impresionante morfología de Ulldeter y el Canigó al fondo. El alma se ensanchaba en esta subida a Bastiments.

 En la cresta interfronteriza de Bastiments, con el Massif du Carlit al otro lado de la Cerdanya.

 El Estany de Bacivers desde Bastiments.

 Bastiments (2.881). Llegar hasta aquí me dejó precocinado para el Puigmal. La cresteria era espectacular, pero no me sentí nada cómodo trepando y destrepando.

 En el Pic de l'Infern (2.869), con el Pic de Fresers y Bastiments, los lagos de Comamitjana y al fondo del todo... el Canigó.

 Llegando a media tarde al Santuari de Núria.

 Subiendo al Puigmal, dejando atrás el Santuari de Núria entre las sombras de las nubes, control en donde paré a merendar y a recuperarme de la crestería.

 Llegando al Puigmal (2.910), techo de la carrera: había que atravesar la penúltima congesta de nieve.

 Bajando hacia Planoles disfruté de una bucólica puesta de sol, con un Taga anaranjado, esperándome paciente... pero allí ya llegaría con las primeras luces del día siguiente...

El paso de las horas fue implacable. Sobre todo el largo tramo nocturno entre Planoles y Capelles, más de 6 horas que me hicieron perder el control del vector espacio-tiempo pero que a la larga fue el momento de transición entre lo conocido y lo desconocido en cuanto a límites personales se refiere. Saberme sin piernas no fue obstáculo para seguir avanzando por cuanto el corazón le enviaba señales inequívocas a mi cerebro de querer continuar. Ambos formaron una perfecta sociedad orgánica que supo vencer al dolor y al desánimo.

 Planoles... llegué con el frontal encendido y una pizca de sueño. Buen descanso y buena cena. Pero el estómago se me empezaba a cerrar y la comida no me entraba. La insistencia de voluntarios y amigos que allí estaban me animaron a comer un poco. Por la cabeza se me pasaba dejarlo. LLevaba 16 horas de carrera y 67 kms en las piernas.

 Pero el descanso, la charla con los amigos y un vaso de cola me reanimaron. Salí de allí con Oscar con la intención de pasar una divertida madrugada trotando por los bosques de Montgrony... y con la mente puesta en acabar...

 Tras una odisea de más de 6 horas entre Planoles y Campelles, muerto de sueño, echándome a dormir en el suelo, 20 minutos en El Baells y otros 15 en Ribes de Freser, me dispuse a subir, ya en soledad, el Taga.
Jamás sufrí tanto en una carrera. Tardé 2 horas y 20 minutos en subir de Ribes al Taga. Esos 1.100 m de desnivel no se me olvidarán en la vida, parecía que iba hacia atrás, ladera abajo, y el colapso muscular era total. No podía dar un paso. No veía a nadie ni delante ni detrás, a esas alturas la carrera estaba ya dinamitada. Llamé a mi mujer para oir su voz, ajena a mi dolor, y eso me ayudó a seguir... a alcanzar la cima.

 La suave alfombra vertical del Taga.

 Desde la cima del Taga dije adiós al Puigmal y me reconforté pensando que ya sólo quedaba bajada.

 Hacia el oeste se veía, hundido en el valle, el pueblecito de Bruguera, y más a lo lejos otros territorios salvajes... Cadí... Pedraforca... Ensija...

Pero la bajada desde el Taga a Coll de Jou me hizo mucho daño. El colapso en los cuádriceps y la fuerte pendiente me castigaron sin remedio, haciéndome caer por dos veces en la verde alfombra de los prados del Ripollès. Luego me rehíce y pude correr los últimos 12 kms por un suave sendero blando hasta llegar a la meta de Sant Joan de les Abadesses. Foto de Maria Carme Tuneu Codina.

Entré en la meta con los ojos cerrados para controlar el llanto de la emoción que sentía, acordándome en aquellos momentos de todos los que confían en mí y me animan en estas vivencias excepcionales que rayan lo infrahumano, mis amigos, mi familia, mi mujer y mi hija, y especialmete 3 personas: mis padres, quienes me dieron la vida justo ese mismo día hace 47 años, y Javier Garcia Jaen, cuya imagen en un hospital me impactó pocos minutos antes de mi viaje a Sant Joan de les Abadesses y al que le dedico especialmente esta carrera.


350 inscritos, 280 participantes finalmente, 180 llegados a meta... ello le da más valor a esta imagen, a pesar de la marca, 30 horas 52 minutos, a pesar de la clasificación, el 150, lo importante es que lo logré. Entré con los ojos cerrados por la emoción... sintiéndome "emmono".

Cursa Nocturna Les Ànimes del Purgatori: primera fiesta de verano

A este paso me tendré que ir a vivir a Aiguafreda. De las 8 carreras que llevo este año 4 han sido allí, no sé que tiene que me atrae. En esta oasión fue la carrera nocturna Les Ànimes del Purgatori, combinación perfecta de montaña, carrera, fiesta y amigos. Con una organización impecable, pude disfrutar de una carrera magnífica, muy exigente, con casi 17 kms de recorrido y 1.800 m de desniveles acumulados. Con un ambiente de lujo en la salida, comencé la carrera muy a mi estilo, contemporizando... en la primera subida por la pista de Tagamanent me adelantaron casi todos los 450 participantes.

 Maresme Power!!! Con un buen número de amigos de nuestra comarca poco antes de dar comienzo la prueba.

 Con mis compañeros del CE Fondistes Vilassar de Dalt, antes de darse la salida.
En mi cerebro se pegaban chispas estos 16 kms explosivos con los 107 que me esperan en Emmona el sábado próximo. Pero nada más entrar en sendero de bosque me fui transformando. Mis tobillos y cuádriceps tomaron ventaja y seguridad sobre los de otros corredores y comencé a adelantar gente. En las primeras rampas del Purgatori me quedé atascado en un grupo que no me correspondía, fui adelantando uno por uno a todos aquellos corredores y me dispuse a alcanzar al grupo que me precedía. Antes de llegar a los rasos de Ca l'Agustí ya les había dado alcance y en el avituallamiento ni paré. Las vistas al Castell de Tagamanent iluminado eran impactantes y me dio mucha energía para subir y bajar el Turó. En la bajada de 7 kms a Aiguafreda me sentí muy seguro y adelanté también a un buen número de corredores, hasta llegar a las calles de Aiguafreda en donde, allí sí, volví a ser superado por media docena de corredores más rápidos que yo.

 Salida trepidante por las calles de Aiguafreda.

 Mi grupo perseguidor en el Purgatori.

 Las fuertes rampas de subida, con los ecos de los tambores que llegaban desde Tagamanent.

Jordi y yo con el ganador, Javi Delgado.

A pesar del km añadido en esta edición pude mejorar mi marca, 2h 20m 46s, quedando finalmente en el puesto 250 de los 450, y sobre todo, disfruté de una velada excepcional rodeado de un buen puñado de amigos. Pero Emmona... ya llega Emmona...

2 de junio de 2012

Travessa del Montseny 2.012: Sobreponerse a los elementos.

Por 6ª vez acudía a participar en la Travessa del Montseny, que atraviesa de Oeste a Este este macizo del interior de Catalunya, entre Aiguafreda y Gualba, con un total de 47 kms con 5.060 m de desnivel total acumulado. Y por primera vez en estos 6 años me encontré con la lluvia, alguna vez tendría que ser.La verdad que las previsiones no eran demasiado optimistas, pero es que ya antes de emprender el viaje desde El Maresme, a las 3:30 horas, ya se formó la tempestad.Al llegar a Aiguafreda la lluvia y los relámpagos no cesaban. Enseguida retiramos la tarjeta de ruta y nos pusimos en la cola para la salida, bajo una incesante lluvia y ocupando posiciones adelantadas en el cajón, son los beneficios de madrugar y llegar pronto. Por allí me encontré a Toni de Arriba.


 Haciendo cola en el cajón de salida bajo la lluvia.
Y a las 5:00 se abrió la salida a los 500 participantes, en medio de una tormenta que poco a poco tendería a desplazarse hacia el norte.En las primeras posiciones no hay tregua y así el ritmo era muy rápido, más de lo que podía permitirme. Aflojé al entrar en el sendero de subida a Tagamanent. Paco del Moral, con quien realicé íntegramente la prueba, seguía mis pasos para no darme presión y poder ir a mi aire. El sendero bajaba lleno de agua por el aguacero y dificultaba el paso, suerte que iba en el grupo delantero y aún no se había formado barro. En poco más de 1 hora llegamos al Castell de Tagamanent, tras una subida de 5 kms y 750 m de desnivel. Allí clareaaba el día y apagamos los frontales.

 Primeras rampas, subiendo por la pista de Tagamanent bajo la lluvia y la oscuridad de la noche.
 
 Vistas sobre el Vallès a las 6:00 desde el Castell de Tagamanent.

 Francisco del Moral, pasando por delante de Bellver.

 Tagamanent desde Bellver.

En el tramo del Pla de la Calma Paco marcó un ritmo que intenté seguir como pude. Se me hizo muy corto. Los 9 kms se me pasaron volando y cuando me quise dar cuenta ya estábamos en Collformic, aún seguía chispeando y a aquella altitud, 1.145 m, el día se mostraba muy frío.

 Llegando a Collformic. Los toboganes del Pla de la Calma se me pasaron volando.

En la subida a Matagalls, de 550 m de desnivel, podíamos contemplar cómo el Vallès estaba despejado, pero llegaban rumores de truenos desde la Costa del Maresme, muy encapotada y oscura. Unos tentáculos de niebla que llegaban rapidísimamente desde el fondo del valle me hicieron presagiar que aquella tormenta acabaría por afectarnos también.La meteorología cambiante de la alta montaña es fascinante y en pocos minutos todo quedó tapado por una densa, oscura y fría niebla que corría arrastrándose entre las piedras y los matojos de las desnudas vertientes del sur de Matagalls. La lluvia hizo acto de presencia y nos acompañó de nuevo hasta casi llegar a Sant Marçal.El control de Matagalls daba miedo. Dos voluntarios agazapados dentro de una tienda se ocupaban de fichar a todo el mundo, el frío era muy intenso y marchamos rápidamente.

 Subiendo a Matagalls. La niebla lo tapaba todo.

 En la subida a Matagalls comenzaba a llover de nuevo.

 Por momentos la visibilidad era casi nula.

 La Creu de Matagalls y la tienda con los voluntarios del control. Un 10 para ellos.

La entrada en el hayedo de Sant Marçal, pasando por el encantador Coll de Pregon, fue un alivio para el cuerpo, la mente y el alma. El viento cesó, la temperatura se templó y dejó de llover. Además, con una primavera tan lluviosa, el bosque estaba exuberante, con tonos verdes que quitaban el sentido. Después de bajar 600 m llegamos al control de Sant Marçal, km 23, este año en otra ubicación, justo cuando salía el sol.

 Bajando a Coll de Pregon.

 Bajando a Coll de Pregon.
 
 Llegando a Coll de Pregon, uno de esos lugares donde quedarse a vivir para siempre.
 
 El hayedo de Sant Marçal. La niebla diluía el verde resplandeciente de las hojas.

 Bajando a Sant Marçal.

 El hayedo de Sant Marçal, con las hojas caídas durante todo el invierno.

 Talonando en la pronunciada bajada a Sant Marçal.
 
Tras comer algo sólido emprendimos la subida a Les Agudes, de 617 m de desnivel por el novedoso sendero GR5 para no tener que pasar por Castellets, en fase de regeneración biológica, medida además acertada por la peligrosidad del tramo de escalada. La nueva subida, con 1 km adicional, se hizo eterna, con rampas de fuerte pendiente que hicieron flaquear a más de uno.Arriba hacía frío, y el tramo por la cresta hacia el Turó de l'Home lo hicimos rápido, arriesgando más de lo necesario. Fruto de ello dí con mis huesos en el duro suelo rocoso, al deslizarse mis suelas sin remedio en una losa fina, inclinada a 45º y mojada por la lluvia. Sin consecuencias me levanté y me fui rápido a buscar la ansiada sandía del avituallamiento de Sesbasses.
 Una de las pedreras que caen desde Les Agudes, que se asoman en lo más alto, entre la niebla.

 Joan Abellan, que entrenaba casualmente por allí, se unió a nosotros en los últimos metros de la subida a Les Agudes y nos acompañó por la cresta hasta el Turó de l'Home.

 Completando los últimos metros antes de llegar al Coll de Sacarbassa. La nueva subida a Les Agudes fue lo más duro de la prueba.
 
 Bajando desde Les Agudes con Joan Abellan.

 Bajando concentrado para no resbalar.

 Estábamos a los pies del Turó de l'Home, cumbre del macizo a 1.707 m de altitud y km 31 de la prueba. Llevaba 5,5 horas de Travessa.Los últimos 16 kms son completamente de bajada, 1.523 m de desnivel que no se acaban nunca, a través de los hayedos y castañares de Santa Fé y Gualba, de una belleza única. Mi posición debía seguir siendo bastante adelantada a pesar de que me habían pasado varias decenas de corredores, pero la juventud y el nivel de técnica de quienes me pasaban era muy superior al mío. Me sentía cómodo y feliz bajando a Gualba. El fruto de los entrenamientos lo recogía en forma de buenas sensaciones en lugar del desfondamiento habitual de cuádriceps en este duro tramo con tanta bajada.

 Al trote por el tramo desviado del Turó de l'Home. Allí coincidí con Miriam Moreno Castillo, quien acabaría siendo vencedora en la categoría femenina.

 Sorpresa!!! Una salamandra jaspeada. Rara avis. Y casi la pisamos, menos mal...
La salamandra no parecía tener miedo e incluso coqueteaba con la cámara. Otra maravilla de la Travessa del Montseny.

 La llegada a la pista minera de Gualba anticipaba el final de una Travessa del Montseny que se merece uno de los puestos más altos en cuanto a exigencia de desniveles, organización y espectacularidad de paisajes... y buena relación calidad-precio.Llegué a meta satisfecho por todo, parando el reloj en 7h 30m, entrando en el puesto 63 de los casi 500 participantes que decidieron mojarse con nosotros. Valió la pena.

Con Paco, una vez llegamos a meta. Ambos completamente satisfechos y felices.

Agradecer a todos aquellos que durante la prueba en algún momento me animaron ó me saludaron por reconocerme de las historias y experiencias que narro en mi blog. Un saludo a todos.