27 de enero de 2013

Tomándome el pulso en 2.013: raquetas en Coll de Pal

Con las raquetas en el maletero desde hacía días para cuando la ocasión llegase, esperando impaciente la llegada de alguna nevada copiosa, subí hasta Coll de Pal para disfrutar de una soleada tarde de invierno, en la más absoluta soledad, sin nadie a la redonda en varios kilómetros, con el único sonido del viento en mis oídos, y contemplando unas vistas espectaculares en los cuatro puntos cardinales.

Me fui desde Coll de Pal hasta el Cap del Serrat Gran, un recorrido de ida y vuelta cortito, de 4 kms, pero con 300 m de desnivel tanto de subida como de bajada, pisando nieve virgen que el viento barria a mi paso. En 1h 40 m, con un montón de paradas para hacer fotos, ya estaba de vuelta con una sensación inmejorable de plenitud y libertad.

Vistas desde el Pas de la Devesa: el Paller de Dalt y el Turó de Sant Marc de Broca.

Vistas desde el Pas de la Devesa: Ensija, Pedraforca y Comabona, y en el fondo del valle, las franjas rocosas del Serrat dels Trulls y el viaducto de Bac de Diví.

Un coloso: Pedraforca (2.506).

Otro coloso: Comabona (2.547).

Horizontes del Berguedà y Montserrat, a decenas de kilómetros, superando la cota del mar de nubes.

Vistas desde la curva del Rebost.

Vistas desde la curva del Rebost: Ensija, Pedraforca, Comabona y Moixeró.

Nunca dejo de pararme, quieto, a contemplar la naturaleza y escuchar su voz.

Subiendo por el camino del Mirador dels Orris, con la Tossa d'Alp (2.536) en lo alto.

Coll de Pal y la Cerdanya. Aquí aparqué y me coloqué las raquetas ávido de devorar montaña y nieve.

La Cerdanya, completamente nevada.

Subiendo por el sendero de Comafloriu.

Subiendo hacia los Rasos de Comabella.

El Puigmal (2.910) al fondo.

Comafloriu, y asomando en la lejanía, el Pedraforca.

Mi compañera inseparable en la subida al Cap del Serrat Gran.

El Cap del Serrat Gran (2.402) desde los Rasos de Comabella.

¿El Pedraforca en la glaciación del cuaternario?

El Puigmal (2.910) desde el Cap del Serrat Gran.

El Puigmal (2.910) con el resto de crestería de la Vall de Núria.

Al fondo, el Massif du Carlit- Puig Peric, y abajo, en primer plano, la estación de esquí de La Molina.

La Tossa d'Alp (2.536), el Refugi del Niu de l'Àliga y el Pic de Comabella (2.482).

El Pedraforca a lo lejos, desde el Cap del Serrat Gran.

Los horizontes del Berguedà, con Montserrat a decenas de kilómetros emergiendo del mar de nubes, desde el Cap del Serrat Gran.

La cima pelada del Puigllançada (2.409) y a su derecha, y a decenas de kilómetros, el Montseny.

La Carena de Comabella, La Molina, Puigcerdà y el Massif du Carlit.

El Carlit (2.921) a la izquierda, el Puig Peric (2.810) a la derecha y en el fondo del valle, Puigcerdà y La Tour de Carol. Esencia de la Cerdanya.

Vista atrás al Cap del Serrat Gran, con el camino que grabaron mis raquetas en la ladera.

El sol de la tarde descomponía mil reflejos en los cristales de nieve en Comafloriu. El Pedraforca asomaba por la collada.

Bajando a Coll de Pal, poco antes de acabar la vuelta. Imprescindible parar e impregnarse del espíritu de las montañas.

2.012, año de plenitud y final de ciclo.

No ha sido el año en que haya participado en más carreras, ese fue el 2.010, pero si por algo recordaré 2.012 será por la intensidad con que viví las carreras, 11 acabadas y 3 frustradas, con todos los entrenamientos realizados entre ellas, carreras intensas en lo técnico, pero también vividas junto a buenos amigos y en territorios excepcionales.
Algunos de los retos fueron extraordinarios para un corredor del pelotón como yo, pero los afronté con la mayor humildad y con la mejor preparación posibles, aunque con diferentes resultados.
He disfrutado y he sufrido como nunca, con enormes alegrías como Emmona ò Montsant, con el susto en el cuerpo que nos dejó Cavalls del Vent y con grandes decepciones como la Núria-Queralt ó el Ultra Trail du Mont Blanc.
Pero lo que sí es seguro es que me he sentido más vivo que nunca, disfrutando de cada entreno y de cada carrera con la compañía de muchísimos amigos que potenciaron en mí esa sensación de vida, y con todo el apoyo de mi familia, que siempre confían en mí y hacen lo posible y se esfuerzan para que todo resulte mucho más fácil.
Y a todos los que seguís mis evoluciones, muchas gracias por estar ahí con vuestros ánimos incesantes, vosotros me dais la motivación que muchas veces falta para seguir con cierto rigor los entrenos y acudir a las carreras.
A todos os dedico este resúmen del 2.012, año en el que pongo fín a un ciclo y que da paso al 2.013, nueva etapa y aventura en mi vida profesional y deportiva...

La 1ª del año 2.012, la Cursa de Muntanya 2 Turons de Moià, 12 kms, muy bonita y bien organizada, con muchos amigos quemando turrones.

En Febrero, y bajo plena oleada polar, Viladrau- La Garriga, 30 kms, una de las clásicas, por los hayedos nevados del Montseny a -8ºC en compañía de Carles Aguilar.

La Cabrilenca, de 18 kms, junto a Bruno Puighermanal Munarriz, con quien he compartido muchos entrenos y algunas carreras este 2.012.

La 1ª seria del año, la Marató de Muntanya de la Vall del Congost, de 44 kms, considerada una de las más duras de la península por su elevadísimo acumulado de desniveles. Con gran satisfacción, rebajé casi una hora mi marca en esta carrera.

Para disfrutar al máximo, la Caminada d'Aiguafreda, de 20 kms, también por la zona de la Vall del Congost, en un día en que la niebla se adueñó del fondo del valle, con unos paisajes preciosos y una organización que nos trató con mimo.

Una de las buenas del calendario, Pels Camíns dels Matxos, de 64 kms por los preciosos hayedos de Torelló, Bellmunt, Puigsacalm, Cabrera... y el paso por el Salt del Molí, pero toda esa belleza requería solventar importantes desniveles. Muy dura, de las que más....

La Travessa del Montseny, de 47 kms, bajo una fortísima tormenta durante el inicio e intervalos de lluvia y niebla a lo largo del recorrido. El Montseny más bucólico nos dió la bienvenida.

Les Ànimes del Purgatori, de 17 kms, una de las carreras nocturnas más atractivas y exigentes del calendario, en una noche de verano y junto a muchos amigos, vaya, casi un trail-verbena.

Emmona, la primera vez que hacía un ultra de más de 100 kms. Éste, de 107 kms, era además Campeonato de Catalunya, y contaba con 16.000 m de desniveles acumulados. Suponía el mayor reto de mi carrera deportiva y la piedra de toque para el UTMB que había de hacer un mes y medio más tarde. Sin duda, la carrera más dura que hecho nunca, hice buenos amigos allí, me paré a dormir 2 veces en el suelo y la pude completar en un tiempo de 30 horas. Brutal.

La 1ª de las tres decepciones consecutivas del año: 2 semanas después de Emmona me planté en la Núria -Queralt para completar kms y desniveles como preparación al UTMB, pero un inesperado e intensísimo dolor de cabeza y vómitos me dejaron fuera de combate a mitad de carrera, en Bagà, en dondeFrancesc Monllau Font me atendió y consoló cuando más lo necesitaba.

La gran cita del 2.012. Chamonix nos esperaba aFrancisco del Moral y a mí desde hacía meses para enfrentarnos al ultra más duro del mundo, el Ultra Trail du Mont Blanc. Pudimos vivir todo lo que supone el ambiente de primer nivel que allí reina. Una de las mejores experiencias de mi vida a pesar de que diferentes factores me dejaron fuera de carrera en les Contamines por sólo 2 minutos en el corte de paso.

Y para rematar un verano nefasto, la Copa del Mundo, Cavalls del Vent, con sonrisas y lágrimas. De nuevo ambiente de lujo, compartiendo la línea de salida con buenos amigos y también con los mejores corredores y corredoras de ultratrail del mundo. Las lágrimas por la emoción de la salida en la plaza porticada de Bagà se unieron a las lágrimas por el dolor y el sufrimiento vividos en carrera por las enormes dificultades climáticas que se registraban y por la lamentable pérdida de Teresa Farriol.

Siguiendo con la racha de ultras afectadas por el mal tiempo durante toda la temporada llegué al Ultra Trail Serra de Montsant, de 91 kms. Pese a ello, disfruté con rabia de la lluvia incesante en un lugar al que le tengo especial cariño por su belleza recogida. Me sirvió para recargar mi autoestima después de los 3 fracasos consecutivos del verano, acabando en 17 horas.

Y para finalizar el 2.012 me di cita por 2ª vez en la Marató del Montseny, de 42 kms, en una de las montañas que más frecuento en carreras y entrenos. Me siento como en casa y sólo obtengo sensaciones positivas. La mejor manera de poner fin a la temporada.

Días de invierno en el Valle del Jerte

El olor de las hojas caídas en las riberas, los robles pelados en la sierra, la nieve caída en los colosos que coronan el Valle del Jerte, Calvitero (2.400) y La Covacha (2.395), techos de Extremadura, el canto de las aves de invierno, el sonido de las esquilas de la ganadería... y aquella sensación de pisar el suelo de la dehesa, verde, blando, mullido y empapado de agua. Aquí nací y crecí. La percepción de este entorno siempre estira los pliegues de mi cerebro.


Pesquera del KM4. El sonido de la corriente a lo largo de la ribera, el olor de las hojas caídas y los reflejos del agua, ingredientes esenciales de este entrenamiento.

 Correr por las orillas del pantano, rodeando las colas y esquivando las ganaderías. Una pequeña y gratificante aventura.

 El Embalse del Jerte, con la característica sección en V de esta falla tectónica que parte el Sistema Central. La Sierra de Béjar a la izquierda, con la cima nevada del Calvitero (2.400 m), techo de Extremadura, y la Sierra de Tormantos, prolongación de Gredos en Cáceres, con la cima nevada de La Covacha (2.395). Ambas cumbres coronan el Valle del Jerte.

 Encinas, robles, vacas, canchos y hierba. Así es el campo de Plasencia.

 Temperatura agradable y viento en calma en la dehesa extremeña.

 Algunas vacas, recelosas y vigilantes de sus crías, mugían preventivamente a mi paso. Yo no perdía la vista a los cuernos afilados.

 De regreso, dejando atrás la Sierra de Cabezabellosa y las cumbres nevadas del Calvitero.

Arboles de ribera a orillas del Jerte, chopos, fresnos, sauces... y el sonido del agua en la corriente...

Uno de los ojos del Puente Nuevo de Plasencia.



Días más tarde decidí adentrarme en la Garganta de los Infiernos. Hacía años que no pisaba este sector apartado, agreste y salvaje del Valle del Jerte, completamente despoblado pero auténtico en su esencia.
Siguiendo parte de la denominada Ruta de Carlos V, uno de los grandes personajes de la historia universal que cruzó estas montañas para buscar retiro en el monasterio que ordenó construir en Yuste, en la amable y templada vertiente sur de la Sierra de Tormantos.
Con el suelo helado hasta que se puso a llover, fui ascendiendo por la Garganta de los Infiernos en dirección a la Collada de las Yeguas, atravesando primero unos tupidos pero desnudos bosques de castaños y luego un enorme robledal salpicado de rocas cubiertas por musgo. Como sonido ambiente el incesante rugir de las gargantas y sus cascadas, la de los Infiernos, con sus innumerables pozas y marmitas, la Garganta Serrana y la Garganta de las Yeguas. Cuando llegué a la Fuente de Robledohermoso se puso a llover y decidí dar media vuelta, disfrutando de un descenso especial, en un lugar mágico, en absoluta soledad, y bajo la lluvia, como más me gusta...


 Subiendo hacia el Cerro de las Uvas, en medio del castañar. Las barras de nubes en cada ladera del valle dejaba pasar sorprendentes franjas de sol.

Claro en el bosque de castaños, con el pueblo de Jerte en el fondo del Valle y la Sierra de Béjar que se iba tapando rápidamente.

 Desde el Cerro de las Uvas se veía nieve en las zonas altas de la Sierra de Tormantos.

 La Covacha, 2.400 m, tapada por las nubes, domina la Garganta de los Infiernos.

 Los robles desnudos cubren por completo este apartado rincón del Valle del Jerte. Los saltos de agua muestran la cara más salvaje de Extremadura.

 Los Pilones, angosto paso que el río se ha abierto excavando caprichosas pozas y marmitas, con numerosas cascadas entre ellas.

Los Pilones, uno de los rincones más bellos del Valle del Jerte.

 Una de las muchas pozas excavadas en las rocas por el agua.

 La Garganta de los Infiernos en Los Pilones, aguas abajo.

 En los lugares más misteriosos siempre busco un momento para escuchar la naturaleza y reflexionar sobre nuestra esencia.


 Uno de los muchos saltos de agua que caen desde los Tres Cerros.

 El Refugio del Puente Sacristán, donde se juntan las gargantas Serrana y de las Yeguas.

 Robles centenarios en Los Gavilanes.

 Subiendo hacia el Collado de las Yeguas.

 Saltos de agua en el Puente Carrascal.

Peña Caldera y El Cogotón, desde Robledohermoso. Los helechos agudizaban los ocres del bosque de invierno.

Comenzaba a llover y decidí dar la vuelta en Robledohermoso.

Cabaña de pastor en Robledohermoso.

Ventisca en el Puerto de Honduras, en las laderas de la derecha del Valle del Jerte.

La Garganta de los Infiernos desde Robledohermoso.

Autofoto bajo la lluvia al pasar por el Arroyo de los Gavilanes.

Garganta de los Infiernos. Vista atrás al Cerro Carretas.

La lluvia arreciaba a medida que perdía altitud. Robles centenarios en el cauce de la Garganta de las Yeguas.

Los Pilones, de regreso, unos kilómetros antes de terminar este increíble entrenillo en uno de los rincones más bellos de Extremadura.