Esta pregunta probablemente no tiene una respuesta lógica, porque no lo es el remar a tan bajas temperaturas con todo lo que ello comporta: riesgo de congelación en pies y manos, insuficiencia respiratoria por el frío, congelación de la cubierta y accesorios del kayak, incluso comida y bebida. Sólo el ímpetu y el afán de aventura, el poder introducirnos en escenarios inuk y muchas ganas y voluntad nos llevó a motivarnos a acometer esta salida de unas seis horas de duración por el Pantano de la Llosa del Cavall.
Las nevadas en cotas bajas de los últimos días apenas dejaron nieve en el Pirineo. Al llegar nos encontramos con las espectaculares montañas de la Vall de Lord sin asomo de nieve, sólo contornos blancos en las cimas más altas de la Serra de Port del Comte. Pero hacía mucho frío, el instrumental del coche registraba una temperatura brutal: -11ºC.
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Tras tomar un cacao bien caliente en Sant Llorenç de Morunys para cargar energía y moral nos dirigimos a la zona de embarque, donde comenzamos con los preparativos para meternos en el agua, con una ligera capa de hielo en la orilla que facilitó la maniobra.
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Casi irreconocibles, en pie, Lluís, Evaristo y Edu, y agachados, Carlos, Ramón, Jordi y yo. Creíamos que podíamos con todo.
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Edu, comenzando a palear en las sombras de la cola del pantano, con Sant Llorenç de Morunys y la Serra de Querol al fondo.
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Nos dirigimos a la gran cola de Aigua de Valls, rio que baja desde el Pedraforca, a través de un valle muy cerrado y sombrío en donde los efectos de la gran helada eran notables en el paisaje y en nuestro estado físico y de ánimo..
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Las orillas se encontraban completamente heladas y en la cubierta de los kayaks y en nuestra propia ropa se iba acumulando el hielo.
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Aigua de Valls y la Serra de Querol.
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Aigua de Valls y la Serra de Querol.
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Con la salida del sol empezó a brotar la niebla desde la misma superficie por la que navegábamos, decorando el valle con un toque romántico. El frío se intensificaba a medida que remontábamos la cola y los palistas íbamos desapareciendo entre las cortinas de niebla.
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Adentrándonos en la niebla, cada vez con más frío, con la silueta recortada de els Bastets al fondo.
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Llegamos a un punto donde notamos un acusado descenso térmico, en las piernas ya notaba mucho frío, y nos encontramos con la sorpresa del hielo, una gruesa capa de hielo que impedía seguir navegando. Un cristalino y extraño sonido al romper el hielo con el casco dio paso a un imposible, llegó el momento que la pala no la podíamos utilizar y no podíamos tomar impulso, cualquier error en los apoyos podría ser peligroso. Resultó espectacular y una experiencia única. Entonces comprendes la dureza extrema de la vida inuk.
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Edu intenta abrir paso por una superficie completamente helada.
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Edu intenta progresar rompiendo hielo, y los demás detrás. Pero el esfuerzo fue en vano, no podíamos seguir avanzando.
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Lluís sujeta un enorme carámbano de 20 mm de grueso.
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Tapado hasta las cejas y completamente helado decido volver a un remanso donde hacía sol, las manos me dolían bastante y tenía que parar de vez en cuando a palmearlas.
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Otra parada, esta vez en una concavidad para resguardarnos del fuerte viento que se había levantado.
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Después seguimos viaje hacia el sur, para recortar las colas y barrancos de la zona de las crestas de Lord, ya con otra sensación térmica y en medio de un paisaje agreste de enorme belleza.
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Internándonos por el estrecho barranco de la Rasa de Torroella, santuario barranquista ahora sumergido.
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Escarpado y espectacular barranco de la Rasa de Torroella.
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El viento cesó y pudimos disfrutar, por fín, del kayak en todo su concepto.
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Mis compañeros en el fondo de la sombría Rasa de Vilamala, el buen humor nunca faltó.
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Ramón descubrió y se escondió en esta cueva.
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Y como no podía ser de otra manera, allí nos metimos todos...
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Sereno paisaje por la tarde, regresando a Sant Llorenç de Morunys.
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La ausencia de viento nos regalaba juegos de reflejos.
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Parada a comer en la orilla congelada del prado de Santa Eugènia de Posada
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Hacía mucho frío pero el vino y los dulces que trajo Lluís de su tierra y sobre todo el café caliente de Jordi nos dieron buenas fuerzas para continuar explorando la Llosa del Cavall y volver a la zona de embarque antes de que la caída del sol hiciera desplomar también la temperatura...