17 de septiembre de 2011

Navegar en Canelles, inmenso corazón de agua y piedra.

A principios de los años 90 vivía allí, fue cuando descubrí ese rincón desconocido e inmenso de la geografía que es el Montsec.
Desde mi residencia en Benabarre me desplazaba a conocer lugares insólitos para lo que estaba acostumbrado, pueblos minúsculos e incluso deshabitados como Fet, Pilzán, Finestres, Estall, Boix, Alzamora, Corçà, Tragó, Entenza... todos en torno al sistema hidrográfico de los pantanos de Santa Ana y Canelles, que penetran congosto a congosto y contra la voluntad de las montañas rio arriba, hasta el Congost de Montrebei, gigantesco y profundo desfiladero por el que el río Noguera-Ribagorzana encontró paso en su camino a la Plana de Lleida.
Una concentración kayakera en aquellas aguas era el motivo ideal por el que acudir hasta allí, y volver a contemplar la gigantesca hendidura del Montsec, las agrestes crestas que lo acompañan y percibir de nuevo el vacío salvaje, silencioso y natural de lo deshabitado de estas tierras y estas aguas entre la Ribagorza Oriental, en Aragón, y La Noguera, en Catalunya.
Para evitar madrugar más de la cuenta pensé en desplazarme la tarde anterior y unirme a aquellos que también lo habían decidido así, pasando a recoger a Eduard y su kayak blanco por Terrassa, con quien descubriría de paso nuevos valores y otras formas de entender algunas cosas.
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Puesta de sol al pasar por Igualada, con los dos kayaks cargados en el coche.
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Cena kayakera a orillas del pantano, compartiéndolo todo bajo las estrellas en una noche cálida de verano, con alegría, bromas, anécdotas, recuerdos... y nuevos proyectos... Por allí estaban Eudald, Pereflipat, Angel, Maribel, Pepe, Eduard, Francesc, Edgar, Jordi, Dani, Manu...
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La cena dio paso a la charleta y tras ésta llegó mi primera experiencia nocturna navegando, en medio de la nada, de la quietud de las aguas y del silencio. La luna se encargaba de poner el contrapunto, iluminando con fuerza las orillas del pantano y recortando la silueta de las montañas más próximas.
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Eduard navega en la oscuridad de Canelles.
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La experiencia era brutal, la sensación de libertad de nuevo al límite... La felicidad erizaba mi ser a las 2 de la madrugada.
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Tras cruzar el ensanche de Corçà y llegar a tierras aragonesas dimos la vuelta para regresar al embarcadero, en donde un agradable baño nos debía preparar para dormir a pierna suelta en el Hotel Mil Estrellas.
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Eudald, Eduard y yo disfrutamos de una confortable tienda de campaña, otros durmieron en el albergue, otros en las furgonetas y coches y Pereflipat al raso, testigo de las andanzas de los jabalíes en la madrugada.
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Por la mañana poco a poco nos fuimos despertando, ultimando los preparativos mientras los demás asistentes iban llegando. Ver llegar coches con kayaks siempre produce una emoción festiva especial, un cosquilleo. Enseguida fui viendo a Txus, Jaume, Núria, Jordi H., Quico, Raimon, Arnau, Jordi... En un momento nos vimos todos en las tranquilas y templadas aguas de Canelles.

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Las primeras luces del día potenciaban las sombras y los contrastes de las orillas. Nada mas entrar nos dimos cuenta de que íbamos a disfrutar de verdad.
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Dani estrenaba kayak, un precioso Laser amarillo que contrastaba con el azul del cielo y del agua y el verde de los pinares de Fet.
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Bien agrupados nos fuimos hacia el Congosto de Fet, muy cercano al lugar de salida, con la Crestellera de Savinós que parecía cortar el paso... pero nada más lejos de la realidad...
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Diminutos puntos de colores ataraviesan el Congosto de Fet, con la Torre de les Conclues vigilando desde lo alto.
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El Congosto de Fet: como comentó con acierto Núria R. Ciurana, ojalá todas las fronteras fueran tan bonitas como ésta entre Catalunya y Aragón.
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Vista atrás al espectacular Congosto de Fet.
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Las rocas estratificadas del Castell del Fuït i el Cap de la Crenxa.
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La temperatura era agradable y ante la ausencia de olas no se necesitaba el cubrebañeras.
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Los reflejos del Castell del Fuït.
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El largo tramo de Les Conclues de Millà favoreció las conversaciones entre los 19 asistentes. La sucesión de pasos, rocas y acantilados parecía no tener fín.
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En los rincones más cerrados el agua era un auténtico espejo que lo reflejaba absolutamente todo.
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Las inmensas moles pétreas empequeñecían el tamaño de nuestros kayaks, volviéndolos insignificantes.
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El agua, el cielo, las rocas y sus colores, las nubes... navegar mirando al agua daba la sensación de palear en el cielo.
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Diferentes huecos nos despertaban la curiosidad. Envueltos de una atmósfera mágica nos acercábamos a Blancafort.
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En el ensanche de Blancafort los reflejos del agua nos dejaron boquiabiertos.
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Tras un intercambio de cámaras con Pepe éste me hizo esta foto en la que se ve el corte geológico en donde se ubica la Presa de Canelles.
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Tras parar en la playa de Blancafort a estirar las piernas, comer y darnos un baño, proseguimos en esta zona del pantano, limpia y pura, con el acantilado de estratos curvados de la Quadra de Blancafort como objetivo.
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Maribel y Angel reman en el espejo de Canelles.
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Navegando hacia la Cola de Finestres.
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La Quadra de Blancafort, c0loso estratificado de piedra curvado en planta y alzado, que invita a buscar infinitas tangentes entre el plano del agua y la multitud de sus curvas.
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Entramos en la Cola de Finestres hasta divisar el pueblo, lejano, en el fondo de la misma. En otra ocasión llegaremos hasta allí para intentar pasar navegando la Muralla de Finestres.
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De vuelta a Corçà tuvimos la oportunidad de ver diferentes perspectivas de Las Conclues de Millà que no habíamos visto en la ida.
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Imponente y colosal. Eso es el Montsec.

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Entrando en el Congosto de Fet.
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Pasando por el Congosto de Fet, integrados en una morfología del terreno muy agreste, cataclísmica y dura.
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En el ensanche de Corçà, que atravesamos la madrugada anterior, uno se da cuenta de lo pequeño e insignificante que resulta, sobre todo mirando y tomando referencias con la gigantesca hendidura del Congosto de Montrebei, innavegable en estos días por el nivel de las aguas y al que habrá que acudir en primavera para disfrutar de otra entrega de Canelles.

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Sentimientos compartidos con viejos amigos y con otros nuevos en los que descubrir otras realidades y otros puntos de vista, disfrutando de la comida típica del Montsec como manera de cerrar unas jornadas de kayak que no olvidaré jamás.

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9 de septiembre de 2011

Burriac Atac! Onze

En lo alto de la colina de Burriac se asienta un castillo del siglo XI que desde sus 401 m de altura sobre el nivel del mar domina buena parte de la costa del Maresme y de las vaguadas interiores de la Serra de Marina.

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Imagen nocturna del Turó de Burriac, con la bajada por "marcas blancas".


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Subir hasta allí y recorrer los senderos de las laderas son motivos más que suficientes para apuntarse a la Burriac Atac!, carrera de 19,2 kms de recorrido con 2.550 m de desnivel total acumulado, sin duda, la mejor carrera nocturna por montaña de cuantas hay en el calendario, con muchas subidas, muchas bajadas, senderos muy técnicos y fenomenal organización de la carrera en la que no escatimaron medios ni personal para hacernos sentir seguros.


Me sentía en casa porque estaba en casa, con muchísimos amigos participando y animando, en medio de un ambiente excepcional en la zona de salida de Vilassar de Mar. Disfruté muchísimo.


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Momentos previos a la salida, con Bruno, Paco, Karli y Dani.


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Impaciente por tomar la salida.


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Ambiente de gala en la línea de salida.


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Los primeros 3 kms por las calles de Vilassar de Mar y Cabrils fueron los peores, soy diésel y lo noté, además salí de los últimos, pero en las primeras subidas comencé a adelantar gente. En el Turó de l'Infern si encontraba huecos también adelantaba, pese a las protestas de alguno, lo siento, no podía estar allí parado sin más.


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Al adentrarnos en la montaña se hizo la oscuridad, en medio del bosque nos alumbraban nuestros frontales.


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Subiendo al Turó de l'Infern se formaban colas.


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Ni en el avituallamiento de las Planas de Cabrils ni en ninguno otro me detuve con lo que la bajada desde el Turó de l'Infern la hice completamente sólo, luego, por la nueva subida de Ilturo me enganché con un grupo rápido que iba remontando posiciones. A partir de ahí fue un no parar, de menos a más. La bajada por "marcas blancas" fue tranquila, con prudencia y sentido común por parte de todos. En la subida de Banyadores disfruté de lo lindo, y en las bajadas siguientes noté que mi técnica ha mejorado a lo largo de esta temporada. La llegada a Cabrera fue espectacular por parte del público, un 10, y el recibimiento en la playa, entre las antorchas y con mis fans gritando, fue como si llegara al cielo.
A pesar de que preveía llegar sobre 3h 15m, conseguí entrar en meta cuando el reloj marcaba 2h 48m. Estoy muy feliz.
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El sugerente perfil longitudinal de la carrera. Montaña pura y dura, directa en vena.
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El recorrido por el sector Burriac de la Serra de Marina.
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Esta carrera me ha hecho disfrutar de la montaña, del correr y de la noche, una buena piedra de toque e inyección de ánimos de cara a los 2 ultratrails consecutivos que me esperan el 1 y el 15 de octubre: Cavalls del Vent (85 kms) y UT Serra Montsant (100 kms).
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