21 de abril de 2011

Pels Camíns dels Matxos: dureza exquisita.

Buscado y deseado desde hacía tiempo, este ultratrail me venía llenando de incertidumbre y emoción durante las últimas semanas. Sus 63,82 kms y 6.360 m de desniveles acumulados inquietaban mis entrenos y mis sueños...


Tras un nuevo madrugón para ir a correr (3:00 AM) me fui con Paco del Moral a Torelló, en la comarca de Osona, lugar en donde tenía lugar la salida y la llegada de "Pels Camíns dels Matxos". Las características técnicas y el reglamento de esta prueba permitían hacer diferentes recorridos en función de los estados de forma y anímico sobre la misma carrera, con un par de controles de paso obligatorios que podrían hacer acortar el recorrido más largo... y también una auténtica tentación en el caso de debilidad física ó mental para volver voluntariamente a casa antes de tiempo...


La prueba recibe ese nombre debido a las condiciones técnicas de los senderos y caminos por los que transcurre, antiguos caminos de herradura, muchas veces labrados en la roca, con grandes pendientes, por los que transitaban las personas y los animales de carga (matxos) para trasladarse de unos pueblos a otros en estas comarcas montañosas y agrestes del interior de Catalunya.


Al tratarse de una prueba clásica muy conocida había mucha concurrencia, pero aún así me encontré con algunos compañeros de fatigas en los momentos previos a la salida, como Jaume Soler, Dolors Puig y Denis Fornés. En el briefing nos informaron de las novedades en el recorrido y nos advirtieron que contáramos 1 hora más de incremento de tiempo sobre cualquier previsión y referencia que pudiéramos tener, ello implicaba pasar de las 12 horas fijadas como objetivo inicial a las 13... y el riesgo claro de quedar fuera de carrera si algo se torcía... daban 15 horas de margen...



Con Paco del Moral, compañero y amigo de mi club, poco antes de comenzar la prueba aún de noche.


La salida fue multitudinaria por las calles de Torelló, con 460 participantes en liza, algunos con la idea de hacer los sectores corto e intermedio y otros el recorrido íntegro. El ritmo era alto, en la parte delantera todo el mundo corría pese a la prolongada subida que conducía desde el mismo inicio hacia la Serra de Bellmunt.


Me propuse ir alegre durante la primera parte de carrera para no tener problemas en el control de corte de la Collada de Sant Bartomeu, km 22.5, para a partir de ese momento apurar la subida a Puigsacalm y bajar lo más rápido posible hasta el Prat de la Vola, km 32.5, 2º control descalificatorio. Si allí daba la talla, la 2ª parte de carrera me la planteaba para disfrutar de lleno de la misma...


Perfil longitudinal, con las exigentes subidas de Bellmunt, Curull, Puigsacalm, Cabrera y la Creu de Salgueda... y las "divertidas" bajadas al Río Ges, las cuerdas del Coll de Bracons ó la ladera norte de Cabrera.

En los primeros kilómetros, a través de una ancha pista forestal en subida, las posiciones se fueron fijando y las caras que allí veía me las iría encontrando alternativamente a lo largo de toda la carrera, serían compañeros de viaje con los que compartir las mismas vicisitudes, alegrías y penas. Dió la casualidad de encontrarme en esos momentos con Pere Masó, hicimos juntos la mayor parte del UTSM, y con Marc Soriano, con quien creí morirme cerrando cola en la Marató de la Vall del Congost un mes antes.


Avituallamiento de Les Valls, km 6, en donde todo el mundo disfrutaba de un breve desayuno, como Pere Masó (de rojo).




El día ya despuntaba y se presentaba nublado y fresco, ideal para correr. Tras dejar este prado de Les Valls comenzaba una incesante subida de 500 m por los bosques de la ladera norte de la Serra de Bellmunt.


Sin perder ritmo subí bien este primer escollo por medio de un hayedo húmedo y fresco que dejaba ver de vez en cuando el Pirineo, al alcance de la mano, hasta llegar a la cresta que conduciría definitivamente a la Mare de Déu de Bellmunt, km 11. En la subida dejé atrás, poco a poco, a Pere y a Marc y tomé referencias con un par de corredores que me llevaron sin darme cuenta a la cima.


Desde Bellmunt se tenían unas excelentes vistas de toda la comarca de Osona, la Plana de Vic y, cerrando el horizonte por el sur, el Montseny.


En Bellmunt ofrecían un generoso y apetitoso almuerzo de pan con tomate y embutidos que desestimé y substituí por un gel de glucosa.

En la bajada al Coll d'Hi-era-de-massa por un típico camino de matxo comprobé que los cuádriceps los llevaba muy bien a pesar de las dudas que me ofrecían en los últimos entrenos. El paisaje se cerraba, en un valle perdido, extraño, orientado al sur pero muy húmedo, con los senderos llenos del agua que brotaba de entre los estratos de las rocas. Tras pasar el cortado de Degollats se oía un rugido acuático. A medida que bajábamos por el sendero el estruendo era mayor: el Salt del Molí, sobre el Río Ges.



El Salt del Molí, uno de los lugares más espectaculares de todos los que habíamos de pasar. Apenas me detuve unos segundos a hacer la foto y me adelantaron una decena de corredores... me hubiera gustado, pero no podía quedarme más tiempo allí...


La carrera seguía y me encontré con la primera baliza sorpresa en un bosque bajo y tupido, justo antes de comenzar la fuerte subida a La Salgueda. En ella comencé a adelantar posiciones y más en el avituallamiento, en donde sólo paré a beber. Una cuesta ínterminable me llevó a la cresta de la Serra de Curull, por la que fui pasando diferentes cimas y collados que me dejaban ver, en los claros de un hayedo mágico, el Pirineo al Norte y el Collsacabra al Sur, sabiendo que en pocos minutos alcanzaría el control de paso 3, control de corte que superé con más de 1 hora de margen. Al relajarme comencé a disfrutar de este sector, silencioso y templado, el sol ganaba terreno a las nubes, las aves del bosque me alegraban el oído y los ejemplares centenarios de hayas retorcidas y la hojarasca del sendero me regalaban la vista.


El sendero por el hayedo de Curull me hizo disfrutar muchísimo y me dió alas para subir al Puigsacalm.

De repente el bosque se disipó y aparecieron unos prados verdes y lisos por los que se afanaban en subir mis predecesores en carrera y otros excursionistas del lugar. Las marcas me llevaron a un cruce en el que se juntaban corredores que iban y volvían, intuía el tramo de ida y vuelta que se adentraba por 1 km en la provincia de Girona y que conducía a la cima del Puigsacalm, 1.515 m de altitud y techo de la carrera, en donde decenas de personas animaban con estrépito a todos los que llegábamos. Los corredores que bajaban saludaban y animaban a los que subíamos y con ello el esfuerzo resultó mucho más llevadero, las caras conocidas en los avituallamientos de mis predecesores que ya bajaban me anunciaban que la cima estaba muy cerca...


El bosque de hayas dió paso a los prados despejados de los Rasos de Menter.


Al acercarnos a la divisoria se abría ante nuestra vista la comarca de la Garrotxa, en Girona, mientras una sorprendente multitud se veía, diminuta, en la cumbre del Puigsacalm.


Afanándome en los últimos metros.


Los ánimos del público me dieron mucha energía.


Llegué exhausto.


Y me sentía muy feliz y satisfecho.


Pero la carrera no daba tregua y yo tenía que seguir. Volví por el mismo camino de los que subían, haciendo lo que otros hicieron por mí, animándoles en su empeño, y encontrándome con Pere y un poco más abajo con Marc, a quienes deseé mucha suerte.

Mi siguiente objetivo consistía en llegar cuanto antes al control 5, en el Prat de la Vola, control de corte de paso al que debía llegar antes de las 7h 30m de carrera para que me permitieran seguir haciendo el recorrido completo... pero me sentía bien, las piernas respondían y la mente estaba más despejada que el cielo de la mañana, y además llevaba bastante margen. Sólo una calamidad me evitaría lograrlo... y había oído hablar de unas cuerdas en las que había que agarrarse para hacer una bajada brutal... la bajada "divertida" a la que se refería Jaume Soler antes de empezar la carrera.



Delicioso y suave sendero por la pendiente del Puig de les Civaderes.


Y llegó el momento. Tras un suave sector bordeando el Puig de les Civaderes nos agolpamos al vacío, al abismo, al precipicio. Una locura. Bajar con la ayuda de cuerdas desde el Tossell Gros (1.462 m) hasta el Coll de Bracons (1.132 m), divertidos 330 m de desnivel, observando a los que iban delante... y a los coches y público que esperaban en la collada, allí abajo, diminutos... la descarga de adrenalina fué fulminante y comencé a bajar con los 5 sentidos.


El precipicio y las cuerdas.


Y con toda la emoción, y prudencia, fui bajando por cada uno de los 5 tramos con cuerdas hasta llegar a la collada, en donde bebí abundantemente, saludé a Dolors Puig y proseguí mi camino, junto a corredores que cada vez me resultaban más familiares, apreciando que en este punto se incorporaban participantes que no habían hecho el sector de Puigsacalm y que se tomaban las cosas con mucha calma. Tras adelantar a media docena de ellos por una torrentera llegué a Sant Nazari, otro lugar misterioso y bonito en el que la temperatura ya comenzaba a subir al acercarnos al mediodía y bajar en altitud.



Sant Nazari, decenas de metros bajo sus piedras discurre el controvertido Túnel de Bracons.


Llegué con más 2 horas de margen al control de corte del Prat de la Vola. Aquello era una fiesta, un chiringuito de lujo en el que pararse a tomar pan con tomate y embutidos, y butifarras... pero yo iba tirando con mis geles de glucosa y no me apetecía comer carne. Opté por comer frutas, cogí un buen número de trozos de delicioso melón y de naranjas azucaradas que me repusieron enseguida.

Viendo que con los que iba en carrera marchaban proseguí, y empecé el bucle de Cabrera, uno de los escollos duros que quedaban por subir. Al principio llevaba un ritmo de trote por una pista que picaba subida ó planeaba, pero en cuanto nos arrimamos a la pared vertical de roca de la
Lleixa de Cabrera se acabó la tregua, tomando otro camino de macho, estrecho, rocoso y pronunciado, en el que adelanté alguna posición mientras las vistas se abrían al ganar altitud. A lo lejos, muy lejos, se veía Torelló y Manlleu entre la bruma de la plana. Y cuando menos lo esperaba llegué al Coll del Bram, en donde había gente y coches, excursionistas que se disponían a subir con los participantes de la carrera los 261 empinados escalones que conducen a la Mare de Déu de Cabrera.



Subiendo los 261 escalones tallados en la roca de la Cinglera de Cabrera.



Mare de Déu de Cabrera, santuario ubicado en una sorprendente y estrecha plana en lo alto de la montaña, con enormes precipicios por ambos lados.



Situado a 1 m escaso del borde del precipicio me detuve a contemplar las lejanas vistas, los bosques y los prados del Collsacabra que se extendían hasta mis pies.


Aún no había completado la 1ª parte de la prueba pero la subida de escalones me desgastó mucho. En el control me dijeron que hacía el puesto 185 y ello me motivó a seguir con ahínco para intentar acabar en las 12+1 horas previstas.

La bajada de Cabrera fue brutal por lo pronunciada, por la Baga de la Faja, ladera a través, arriesgando mucho con los tobillos. Tuve suerte de no torcerme ni tropezar, pero esa atención me costó más de un topetazo en la cabeza. La llegada a un pequeño rellano despistaba a los participantes, quienes en lugar de girar a la derecha seguían de frente. Yo ví la señal y seguí por el camino correcto, bajando con gusto hasta que llegué a una zona de transición, con prados y sotobosque, hasta el Coll de la Freixeneda, en donde me reagrupé con corredores que me venían siendo familiares.




Los prados de la Freixeneda, y la Serra de Cabrera detrás, por cuyas laderas bajamos siguiendo las líneas de máxima pendiente.


La bajada seguía sin tregua hasta volver al control del Prat de la Vola, completando con éxito el bucle de Cabrera. Allí me encontré de nuevo con Denis, quien desistió de hacer el bucle. Era el km 41.5, me quedaba más de media maratón, y llevaba 7h 15m de carrera. Pero me encontraba muy a gusto, las bajadas no me castigaban los cuádriceps y veía factible acabar en 13 horas... y menos, lo más duro ya había pasado y quería ir devorando kilómetros...

Lo que son las cosas... en un repechón me volvió a adelantar un corredor que se entretuvo en el avituallamiento, le ví fuerte pero inseguro del camino, me preguntó si había visto marcas, constatamos que íbamos bien y me explicó que se había perdido en aquel giro a la derecha de la bajada de Cabrera. Se me quedó mirando y me preguntó "¿Tú tienes un blog de carreras por montaña, verdad?" Me reconoció, nos alegramos por ello y empezamos una agradable conversación que hizo ameno un seco tramo próximo a la carretera. En la bajada se distanció y nos despedimos. Fué muy curioso...



Francesc Aguilar, un seguidor hasta ahora anónimo de este blog. Con él compartí un tramo de la prueba y también coincidí en la meta en el momento de la despedida.

El paso por lugares civilizados, Sant Andreu de la Vola y la Rierola, me dió más confianza, se presagiaba la proximidad certera de núcleos poblados y por lo tanto de la meta. Pero los kms no corrían, la temperatura era bastante alta y llegaba la subida a la Creu de Salgueda, subida que no valoré lo suficiente al verla en el perfil muy al final de la prueba, pensando que a esas alturas ya estaban las dificultades superadas, y nada más lejos de la realidad.

Tras discurrir por diferentes caminos y senderos de poco nivel técnico llegué a una collada, la Creu del Coral, en donde una enorme mole de roca lisa se chocó con mi cerebro y decenas de participantes subían con gran dificultad. Allí los menos experimentados y aquellos que hacían los itinerarios más cortos tenían verdaderos problemas para avanzar sin detenerse a tomar aliento. El suelo rocoso y pronunciado se descomponía y obligaba a dar pasos atrás. Con los viejos conocidos de la carrera comentábamos la dureza de la subida, más de 150 m de desnivel por una losa ardiente que mermó fuerzas a todos.

Al llegar a Collsaplana pude respirar y continuar los pocos cientos de metros que quedaban hasta la Creu de Salgueda, dejando atrás un buen racimo de participantes maltrechos.

Paré a beber y tomar sandía y seguí la marcha, cresteando por una zona muy técnica, los Cingles de la Salgueda, con toboganes contínuos y senderos inestables, hasta empezar por fín a bajar, hacia la Casa de Espaulella y la pista que me habría de conducir, pensaba yo, de manera más descansada hacia la meta. Pero me encontré en un desfiladero muy abrupto, escuchando lo que debía ser el Río Ges abajo, muy abajo. La pista se volvió sendero otra vez y no quedó más remedio que bajar por la Resclosa de Forat Micó, descenso muy técnico, pero rápido, que me llevó hasta la orilla del río.

No me molestó cruzar el río, al revés, el sentir el frescor del agua en los pies y tobillos me alivió mucho y me produjo mucho bienestar. Iba por el km 52 de carrera y debían quedar poco más de 11. Lo tenía al alcance de la mano y pensaba que ya sólo quedaba mantener un trote constante que me llevara a meta. Pero aún con agua dentro de las zapatillas ví un cartel, de los muchos que la organización colgó para dar ánimos, pero este decía lo siguiente: "Este es el regalo que os tenemos preparado por el 10º aniversario de la prueba. Nuestras madres son inocentes, no tienen ninguna culpa".

En efecto, las pobres madres de los organizadores debieron sentir estallar sus oídos aquella tarde. El Serrat dels Cristians Vells, otra losa estratificada, vertical y semi-descompuesta que debíamos subir, y tras ella y un pequeño respiro de un llano, otra subida añadida por un sendero, también de matxo, muy cerrado y oscuro, tenebroso, que me dió muy malas sensaciones, 250 m de desnivel que en aquellos momentos casi me cortan el cuerpo.

Adelanté a varios participantes que iban peor, y me dió alcance otro con el que entablé conversación tras escucharme hablar por teléfono con Paco, quien me llamó para decirme que ya había llegado a meta, en 10h 15m, muy buena marca dadas las circunstancias, la exigencia y la dureza de la prueba.

Bajé con Joan hasta el control de la Redortra. Allí había corredores tumbados por el suelo, nosotros debimos llegar sonrientes, así lo dijeron los del control, y ello nos dió más fuerza y ánimo. Tras beber abundantemente seguimos la marcha, apenas separados por unos metros, cresteando por una zona demoledora, muy dura, fatal, el Carenar de Maronta, donde empecé a sentir dolor, cada vez más, y quedaban 8 kms, y no pasaban, no avanzaba, la carena se prolongaba hasta el Castell de Torelló, muy lejos.

Pero poco después de sellar la baliza sorpresa, la nº 3, las marcas me alejaban de la dichosa carena, y me hacían bajar hacia granjas y casas próximas a Sant Vicenç de Torelló. El camino se volvía suave y permitía trotar, me alternaba con Joan, pero en los 2 últimos kms él tenía más reservas y tiró para meta.

La llegada a las calles de Torelló hacía ampliar mi zancada y ello me permitía adelantar a gente que iba caminando. La recta final, en bajada, la hice tranquilo, sin alardes ni gastos innecesarios, tras los corredores que me precedían desde el Salt del Molí, disfrutando muchísimo al cruzar el arco de Salomon después de 63,82 kms, 6.360 m de desniveles acumulados y... 11 horas y 52 minutos...



En resúmen, dureza exquisita: luché mucho para bajar en más de 1 hora de las 13 previstas en un recorrido verdaderamente duro y exigente, tuve mucha confianza en mis propias posibilidades, gestioné adecuadamente mis fuerzas y mi mente, entré finalmente en el puesto 156 de 264, adelantando desde Cabrera 30 posiciones durante los últimos 26 kms, disfruté de la compañía de viejos y de nuevos amigos, aluciné con la belleza de la Serra de Bellmunt, el Puigsacalm y el Collsacabra, fuí perfectamente atendido por una organización impecable y para colmo tuve la suerte de llevarme 2 fantásticas camisetas técnicas del patrocinador principal, la de la inscripción y otra que me tocó en el sorteo. No puedo pedir más. Bueno sí... otro ultratrail para disfrutar...