Sin pretender un reto así, y sólo por la ilusión de hacer de manera independiente el Maratón de Barcelona y el de la Vall del Congost, me he visto realizando 2 maratones separadas en el tiempo sólo 14 días, sin casi tiempo de recuperarme de una para meterme de lleno en la otra, sin duda mucho más exigente y en la que acusé, y de qué manera, todo el esfuerzo y desgaste físico de la primera.
Dicen, cuentan, que la Marató de Muntanya de la Vall del Congost es una de las más duras de España. Esos ecos me hacían tener muchas reservas en cuanto a mis posibilidades, buscando inutilmente referencias parejas en alguno de los otros ultramaratones que había realizado a un año vista, y entre tanto, casi sin darme cuenta, llegó el día de mi debut en esta prueba de tan elevado nivel técnico.
Un buen número de amigos participaban también en esta carrera y en la competición de Media Maratón, a unos los ví en los momentos previos a la salida y a otros durante la carrera, no podría recordarlos a todos, pero todos hicieron que me sintiera de alguna manera acompañado, compartiendo con ellos vivencias y sentimientos parecidos.
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Listos para la maratón, con Joan Abellán, Iolanda Rodríguez, Jordi Martínez, Txell Collado, Raül Sales y otros compañeros del CEVDM.
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Ambientazo increíble a las 7:00 en Aiguafreda, con los 275 participantes a punto para comenzar.
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El recorrido ofrecía 44,6 kms de senderos muy técnicos por diferentes vaguadas a ambos lados de la Vall del Congost, que con un total de 6.400 m de desniveles acumulados hacían presagiar un no parar de subir y bajar demoledor...
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El primer tramo discurría por la cuenca del Avencó, con una primera subida por la Serra de l'Arca, cruzando después el Avencó en el km 5, en donde se encontraba la irreductible Angela dando ánimos para cruzar el río por primera vez en esta carrera y mojarnos sin solución de continuidad y sin remedio los pies hasta meta. La posterior subida por la Serra de Picamena llevaba hasta el control del km 9 situado muy cerca del Collet de Terrús, en el Pla de la Calma, en donde llegué con un promedio catastrófico, 12 m/km, cifra que me dejaba fuera de carrera si no recuperaba lo suficiente en la bajada a la Riera de la Baga, que hubo de cruzarse 3 veces, y posterior paso por el corte del km 19 en donde me esperaba mi amigo Karli para alentarme, pudiendo llegar finalmente con 10 minutos de margen. No era consciente, pensaba que corría bien y que tiraba en las subidas pero en realidad iba muy lento y me quedé muy retrasado en carrera, en el límite del reglamento....
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Sector de l'Avencó, kms 0 a 19.
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De amarillo, cruzando el río, foto gentileza de Fotocurses Assumpta.
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Desde el control del Pla de la Calma se tenían unas vistas escandalosas de un Pirineo nevado.
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El Purgatori.
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Antes de llegar al control de corte del km 19 me comenzaron a adelantar los primeros clasificados de la Media Maratón, muy cerca de Aiguafreda.
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Superado el corte llegaba El Purgatori. 4 kms eternos con 1.000 m de desnivel positivo acumulado. En él pude comprobar el estado en que me dejó la Maratón de Barcelona. Tuve que luchar mucho para no exceder de los 12 m/km de promedio, veía que la ventaja que tomé en la bajada anterior se esfumaba sin remedio, pero a los corredores que adelanté allí tampoco les iba mucho mejor... La salida del bosque atenuó la formidable pendiente y me condujo a los prados de Ca l'Agustí, dejando libre la vista del Castell de Tagamanent...
.El Purgatori.
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Medio kilómetro de llano me sirvió para trotar y vascularizar un poco las piernas. La llegada a Bellver fue un alivio, allí esperaba un buen avituallamiento, y Francesc, y Raül, organizadores de la Maratón, ellos me dieron muchos ánimos ante lo tremendo que veían mis ojos, brutal bajada de 750 m hasta el río Congost y subida por 2 veces a los Cigles de Bertí... y en el límite de corte en cada control que pasaba...
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Saliendo de Bellver para subir a Tagamanent poco antes del cierre del control..
En la empinadísima subida al Castillo el desgaste de glucógeno avisaba y castigaba con dolor mis isquiotibiales, los de las dos piernas, inmovilizándome y haciéndome sufrir mucho.
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Ayudándome como pude con los bastones pude llegar al Castillo y salir del bache para comenzar una rápida y angustiosa bajada hacia Santa Eugènia del Congost, resbalando y cayendo en un pastizal de barro sin más consecuencias, y siendo adelantado por Dolors Puig quien me alertó de la presencia de la "escoba" justo detrás nuestro dispuesta a sacarnos en cualquier momento de la carrera.
Pero no pudo con nosotros... pudimos pasar el corte del río y decir adiós a semejante factor de estrés. A partir de ese momento la lucha pasaba por llegar dentro de tiempo a meta... y no sufrir ningún traspié inoportuno en el empeño.
Pero no pudo con nosotros... pudimos pasar el corte del río y decir adiós a semejante factor de estrés. A partir de ese momento la lucha pasaba por llegar dentro de tiempo a meta... y no sufrir ningún traspié inoportuno en el empeño.
El paso del río, con gran caudal debido a las lluvias de la semana, fue una experiencia de lo más gratificante, sirvió para contraer y dar respiro a la musculatura y afrontar con dignidad todo el sector de los Cingles de Bertí, últimos 12 kms, con 2 subidas y 2 bajadas de gran dificultad técnica por unos senderos muy pedregosos y duros, y el tramo final de bajada a Aiguafreda infectado por un barrizal negro muy pateado y resbaladizo.
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Subida a La Trona, coloso desafiante que pude vencer en un momento en el que mi mente ya dominaba las malas sensaciones físicas.
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Subida a La Trona. Perdí la noción del tiempo, no sabía si era por la mañana ó por la tarde...
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Pasado el km 35 la liberación de endorfinas me empezaba a ayudar. Adelanté a un participante exhausto y me decidí a intentar acabar dentro de las 9 horas como fuese.
Pero ello también dependía de no dar ningún traspié ó tropezón en la demencial bajada a Valldaneu, en la que me encontré a otra corredora con problemas. Tras comentarme que iba bien y que quería seguir tranquila volví a apretar arañando segundos en esa bajada...
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En Can Tresquarts, último avituallamiento y km 39,5 de carrera me dijeron que faltaban sólo 4 kms y disponía de 40 minutos. Bajé de los Cingles de Cerdá dándolo todo, arriesgando en el barrizal negro, me quedaban pocos minutos y ya no sabía la distancia que me quedaba. De repente me ví en Sant Martí de Centelles y empecé a sonreir...
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Mis piernas habían descrito este precioso perfil longitudinal.
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El escaso público y voluntarios que quedaban en las calles de Aiguafreda me sonreía y aplaudía, no sé si por pena, al verme entrar en meta en 8 horas y 53 minutos... Pero para mí, a pesar de cerrar la lista de llegados dentro de tiempo, en el puesto 212 de los 275, supuso un gran triunfo personal por lo que supone correr 2 maratones tan seguidas, por el alto nivel técnico de ésta, y por los condicionantes psicológicos de saber que corres por el filo de la descalificación durante la mayor parte de la carrera.
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