Me gusta conducir y recorrer kilómetros y kilómetros por las carreteras.
Me gustan los paisajes agrestes, con montañas rotas y cimas imposibles.
Me gusta ver y sentir el frío, y esos cristalitos brillantes que recubren las plantas y la tierra...
Me gusta el olor a neopreno del material al preparar el equipo.
Me gusta surcar aguas transparentes y cristalinas, auténtico espejo que rasgo con la proa de mi kayak.
Me gusta oir el silencio brutal de la naturaleza en medio de la nada, interrumpido por algunos ecos lejanos que llegan de la tierra firme.
Me gusta ver los destellos del sol sobre el agua y cómo éstos se reflejan sobre las imponentes paredes de roca de las orillas.
Me gusta escudriñar la morfología de las montañas que se precipitan violentamente y sin orden aparente sobre las aguas del pantano.
Me gusta observar a los habitantes naturales de las orillas, las plantas, los árboles y la fauna, escasa, que aún se atreve a asomarse fuera de sus nidos ó madrigueras.
Me gusta escuchar las historias interesantes de la tradición y cultura locales mientras oigo el sonido líquido de mi paleo.
Me gusta ver brotar la niebla a ran de agua, y cómo el viento la hace deslizar rápidamente sobre la superficie del pantano.
Me gusta encontrarme con amigos kayakistas con los que compartir todo eso...
El escenario de todo ello fue la 3ª concentración invernal de kayaks del Pantano de la Llosa del Cavall, sobre el Río Cardener, en Sant Llorenç de Morunys, comarca del Solsonès, provincia de Lleida, a los pies de la Serra de Port del Comte, lugar propicio para encontrar nieve y hielo a estas alturas del año por su gran proximidad al Pirineo y por la elevada altitud a la que se encuentra. Pero un anormal frente cálido en pleno Diciembre había deshecho la nieve caída y mantuvo las temperaturas mínimas bastante "altas" registrándose 2 grados bajo cero en el momento de entrar al agua...
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La Serra de Guixers se refleja en el agua cristalina y quieta de primera hora de la mañana, nada más llegar, con unas orillas completamente heladas.
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Kayaks preparados en la orilla, con las pisadas de los kayakistas sobre el hielo.
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Todos y cada uno de los amigos con los que compartí una jornada maravillosa de kayak: en pie, Albert Estrany, Jordi Pereflipat, Jaume, Jordi Curià, Toni Capitanremo, Pascal, Nathalie, Miquel Armengol y Josep Farré; agachados, yo, Francesc y Edgar. Repuestos del impacto inicial del frío a la llegada tras tomar un café bien caliente en el bar del pueblo.
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Todos y cada uno de los amigos con los que compartí una jornada maravillosa de kayak: en pie, Albert Estrany, Jordi Pereflipat, Jaume, Jordi Curià, Toni Capitanremo, Pascal, Nathalie, Miquel Armengol y Josep Farré; agachados, yo, Francesc y Edgar. Repuestos del impacto inicial del frío a la llegada tras tomar un café bien caliente en el bar del pueblo.
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Comenzamos a navegar para pasar bajo el viaducto de la carretera de Berga, no sin sorprendernos y extrañarnos por una enorme e incomprensible cantidad de huevos de gallina que se veían en el fondo más próximo a la orilla.
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Nos dirigimos hacia la cola de Aigua de Valls, que recibe las escorrentías de un buen sector del Cadí y del Pedraforca, escenarios de otra aventuras recientes, como la Cavalls del Vent. Las crestas de Els Llengots y los tupidos bosques nos transportaban mentalmente a otras latitudes y a otros continentes.
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Siguiendo el rastro de la preciosa canoa de Pascal y Nathalie, remontando el Aigua de Valls. El frío iba en aumento.
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Los reflejos de la canoa, con la montaña de Busa detrás. Estremecedora la historia de la prisión medieval de Busa, una enorme peña aislada, accesible sólo a través de una pasarela móvil de madera que pasaba por encima de una profunda sima.
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Navegando hacia la cola de Valls la temperatura seguía bajando y las orillas se tornaban blancas por el hielo.
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Reflejos de Sant Climent de Castelltort en el agua.
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El paisaje de agudizaba: más oscuridad y montañas más agrestes, como la Serra de Bastets.
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Miquel Armengol en medio de un paisaje típicamente canadiense...
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La cola se iba estrechando, el final estaba cerca... se oía un rumor lejano de agua...
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... hasta que descubrimos la desembocadura del río en el pantano, una auténtica maravilla.
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Al regresar nos paramos en la Rasa del Sastre, a admirar un puente románico sumergido visible desde fuera del agua.
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Las orillas no invitaban a hacer desembarcos innecesarios.
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La boca de una antigua mina de carbón, semitapada por los arrastres de sedimentos en la orilla.
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Josep Farré rompe reflejos y frialdad ambiental con su kayak.
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Regresando al cauce del Cardener, con la pronunciada ladera de Guixers y la enorme Serra de Querol detrás.
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En la cola de la Canal del Forat se formaba una misteriosa neblina a ran de agua.
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La quietud era total al llegar al cauce del Cardener. El agua cristalina reflejaba la pureza de un cielo azul.
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Y las conversaciones mientras remamos... agradables y divertidas charletas sobre el presente, el pasado y el futuro...
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El sol se imponía y hacía subir la temperatura. Acantilados, árboles, reflejos, y la Mola de Lord y el Tosal de Vall-llonga.
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Entrando en la cola de La Sobirana, en cuyo fondo también nos esperaba una neblina turbulenta.
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Nathalie y Pascal manejando con estilo su preciosa canoa.
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Las cimas recortadas de Els Llengots y la Serra de Busa.
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Uno de los islotes que forman las crestas de Lord al sumergirse en la aguas.
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El sol nos daba con sus reflejos al navegar hacia el sur.
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Llegando a Santa Eulàlia de Posada para desembarcar y reponer fuerzas.
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El bocadillo, los frutos secos, la fruta natural, el chocolate, las barritas, todo de todos, compartiendo y disfrutando de la conversación. Este año la temperatura tan suave invitaba a quedarse allí.
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En las orillas del pantano, descorchando una botella...
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... Alguien trajo una botella de champán de Soria... y unos turrones franceses... lo que son las cosas... brindis por todos nosotros, por el kayak y por la Navidad... Después Nathalie preparó un agradecido café caliente en su campingás.
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La tarde era soleada y el viento estaba en calma. Los reflejos eran casi alucinantes...
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Entrada a la profunda Rasa de Torroella, antiguo paraíso de los barranquistas ahora sumergido por las aguas.
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En la Rasa de Vilamala se observa demasiada natualeza muerta, centenares de árboles de ribera ahogados, mucha oscuridad, mucho frío, brisa escalofriante, aparición de la niebla misteriosa, y olor a podrido, a ciénaga. Un seguido de sensaciones extrañas, pero imprescindibles para entender el alma de este pantano. Sensaciones que invitan repetidamente a abandonar aquel lugar con premura.
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La Llosa del Cavall, que le da nombre al pantano, con el dique que cierra la Vall de Lord.
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El regreso se veía condicionado por las escasas horas de sol que quedaban, pero el pantano se mostraba esplendoroso.
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Por encima de la montaña se aparecía a lo lejos la peña de la prisión de Busa.
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Las crestas de Lord.
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Los huecos de la cresta semisumergida nos permitieron jugar, pasando con los kayaks a través de ellos.
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Jordi Curià también pasó a través de esta cresta.
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... Y Albert Estrany...
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El sol se ponía irremediablemente tras la Mola de Lord y en las caras comenzaban a verse expresiones de resignación...
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En la imagen renderizada se ve gran parte del recorrido de casi 21 kms por el cauce del Cardener, con la Serra de Port del Comte detrás.
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Mientras recogíamos todo el equipo y cargábamos los kayaks la temperatura se iba desplomando. Era el momento de las despedidas para algunos mientras otros iríamos a sellar la jornada kayakera tomando algo caliente en el bar del pueblo, tratando de establecer nuevos encuentros en otros escenarios y también propósitos de repetir en éste mismo.
La extraordinaria camaradería entre todos los asistentes fue sin duda lo mejor de un fabuloso día de kayak. Los reflejos puros y cristalinos del puente, cuando la luz de la tarde se apagaba, permanecerán en mi memoria hasta la próxima vez que vuelva a la Llosa del Cavall...