6 de diciembre de 2010

Marató de muntanya de l'Ardenya: dejarse la piel...

Desconocía por completo este sector montañoso de l'Ardenya, que se desparrama hasta tocar el mar, en la comarca del Baix Empordà. Llegaba sin referencias de esta maratón de montaña al tratarse de la 1ª edición pero con toda la ilusión del mundo puesta en descubrir nuevos rincones de montaña, nuevas vistas al Mediterráneo, otros senderos, otros caminos, otros bosques... y roca... mucha roca... y unos cuantos amigos para compartirlo...
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Imagen en 3D del recorrido, con los diferentes bucles sucesivos que el recorrido ofrecía, las tremendas ascensiones por los Carcassells de Dalmau (derecha) ó el Puig de Cols (izquierda), y el Mediterráneo dejándose ver de vez en cuando.
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Totalidad del recorrido de la Maratón, un auténtico laberinto de senderos que cubrían los más de 42 kms.
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El perfil longitudinal de la carrera, donde destacan las 6 agujas rompepiernas por las que tuvimos que pasar, la peor, para mí, la 4ª, unos toboganes endiablados e interminables que después de 4 horas de carrera conducían al Puig de Cols.
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Acabando el ritual de los preparativos dentro del pabellón de Santa Cristina d'Aro, a donde me acompañó Alfonso y en donde me encontré con Pere Masó (compartí carrera con él en el Ultratrail del Montsant) y los valientes de Spiridon, Javi, Carlos, Jordi, Raul, Iolanda...
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La fiesta deportiva de l'Ardenya tenía 3 formatos: 10 kms, media maratón (prueba que ganó Javi Delgado) y maratón, en la que participábamos 134 corredores. Con intervalos de 30 minutos se fue dando la salida paulatinamente a cada una de las pruebas.
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Esperando con incertidumbre y emoción el momento de la salida.
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La salida fue muy rápida, pasando por unos kilómetros iniciales bastante planos a lo largo de las riberas del Ridaura, pero comenzando después rápidamente la ascensión hacia la zona rocosa, bellísima, de Carcassells de Dalmau.
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Camino de aproximación a la base de la Roca del Sol.
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La dureza de la subida me fue posicionando en carrera, retrasándome poco a poco, sin remedio, el ritmo de la maratón era alto. Lo peor llegó cuando en la zona de los Carcassells de Dalmau, y tras trepar a una de las moles rocosas, el camino se cortaba por el vacío del precipicio. La incorrecta interpretación de la señalización me hizo tener que retroceder junto a otros corredores roca abajo, mientras una buena partida de corredores nos adelantaban sin remedio.
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Els Carcassells de Dalmau. La roca de la izquierda fue una trampa que tuve que trepar y destrepar y en la que perdí unos buenos minutos. Desde la cima de la siguiente prominencia del trazado se veían unas vistas maravillosas de Santa Cristina d'Aro, Platja d'Aro y el mar...
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Incluso antes de llegar a la cumbre del Montclar (401 m) empezaron a adelantarme los primeros clasificados de la media maratón, con Javi Delgado en cabeza.
La atención que prestaba a las piedras y raíces del sendero me hicieron distraer y mi cabeza comprobó que el corcho de las ramas de los alcornoques no es tan blando como presuponía. Al fijarme más en las ramas descuidé el suelo y una inoportuna piedra me hizo tropezar hacia adelante, aterrizando sin remedio en un suelo áspero, dejándome en él la piel de una rodilla y de las manos.
En la bajada siguiente me irían adelantando también Carlos Martín, Jordi Martínez, Raul Sales... una gran exibición de los Spiridon que me animó mucho al verlos.
A partir del km 13, avituallamiento de Can Sant Baldiri, la prueba de media maratón volvía hacia Santa Cristina mientras que la maratón seguía su camino formando bucles que no dejaron ni una sola vaguada, ni una sola cima de la Ardenya sin recorrer. Hacia el km 20 la carrera se dejaba caer hacia el mar, coincidiendo con un aumento de la humedad y una ligera llovizna que aquí no suponía ningún problema...
Mientras corría iba viendo un mar lleno de reflejos, claroscuros y crestas de olas por encima de un abigarrado bosque de alcornoques, un regalo para los sentidos y un alivio para la carga de kilómetros realizados hasta el momento. La bajada me dió alas y conseguí adelantar a dos corredores que se iban fundiendo...
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La profunda vaguada del Torrent de Canyet, con el mar asomando por encima de los alcornoques, escenario de otras aventuras... aquellas, en kayak...
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La vaguada de la Riera de les Comes ofrecía un sendero serpenteante muy divertido, con algunas rampas muy pronunciadas y un tramo a través del cortafuegos de una línea eléctrica que ofrecía la vista de los corredores precedentes, algo que rompió la soledad de la carrera desde hacía muchos kilómetros. Unas fuertes subidas trepando al Puig de Cols me desgastaron demasiado, me vacié, y me dejé la piel para poder superarlo, pero en la bajada siguiente me adelantaron 2 corredores muy rápidos y ello me llevó a pensar que iba bastante mal.
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La vaguada de la Riera de les Comes, con Sant Feliu de Guíxols al fondo, desde las cercanías del Puig de Cols (417 m).
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Subida vertical, con muchas rocas y muy exigente, al Puig de Cols.
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Confiando en la medicina natural y en las propiedades curativas de las plantas comprobé cómo los tejos, zarzas, brezos, bojs, madreselvas, enebros y demás especies de sotomonte de la rica y variada flora de la Ardenya me rozaban en la brecha abierta y sangrienta que llevaba en la rodilla, dándome la impresión de que en cada enganchada me dejaba un trocito más de piel.
La bajada hacia la Riera del Vilar era divertida y entretenida y me hizo pensar en otras cosas... hasta que unas losas por entre las que brotaba el agua me llevaron de costado al suelo, observando desde él el cielo, las copas de los árboles... y mis piernas...
Con rabia me levanté y seguí la marcha para dejar esa riera y comenzar a subir hacia Pedralta a través de una pista con muchos repechones, pero con buen y animado ritmo.
Tras pasar por esa roca había una larga bajada que conducía hasta el Golf Costa Brava, penúltimo de los bucles que se tenían que recorrer. Pero a esas alturas, tras 30 kms y cinco horas y media, los reflejos no daban para mucho más, y no pude ver los troncos residuales del desbroce del sendero: un primer tropezón me hizo dejar en el suelo la piel de la otra rodilla... pero pocos minutos después un segundo tropezón por el mismo motivo me dejó de un humor de perros, arrastrando de nuevo la rodilla izquierda y las palmas de las manos a lo largo del áspero suelo.
La proximidad del último bucle del recorrido me animó a levantarme y continuar, con una última subida en busca del km 35 y con la esperanza de ver pronto las casas de Santa Cristina.
Y así fue. Me dejé la piel, esta vez en sentido figurado, en la última subida y comencé a bajar con rabia hasta encontrar de nuevo los bosques de ribera del Ridaura. La meta estaba cerca... pero ya llevaba 6 horas en carrera...
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Tras kilómetros y kilómetros de senderos pedregosos, rocas y bosques, la llegada a este llano cerca de Can Dalmau avanzaba la proximidad de la meta.
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Tras pasar el hito del km 40 se oían los coches de la autopista. Intentaba aumentar el ritmo de carrera pero mis piernas no podían más. Sufrí en los últimos metros. El paso bajo un puente de la carretera me dejó delante de la meta, una meta casi desierta en la que me esperaba pacientemente Alfonso.
Datos contradictorios en la llegada, mientras la hoja de ruta indicaba 39,8 kms, la organización reconocía 42, y mi instrumental 44. Mis previsiones barajaban entre 6:30 y 7 horas y cuando paré el reloj éste marcaba 6h 41m por lo que me sentí enormemente satisfecho y feliz.
Dura. Durísima esta maratón con 3.414 m de desnivel total acumulado que me dejó en el puesto 91 de los 134 participantes y con las rodillas y las palmas de las manos hechas jirones.
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Los datos técnicos que aportó mi instrumental.
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El mal humor que llevaba por las 4 caídas se me pasó pronto con el buen trato dispensado por la organización en la llegada, con el resultado final obtenido, con el consuelo que me brindó Alfonso... y con la ducha caliente y reparadora que disfruté en el mismo pabellón.
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