La propuesta consistía en hacer una ruta con raquetas de nieve en uno de los valles más apartados y despoblados de los Pirineos, el Valle de Lanoux, en Porté-Puymorens, comuna francesa situada en el departamento de los Pyrénées-Orientales, en la región Languedoc-Roussillon.
A la entrada del valle, mientras le poníamos las cadenas al coche, veíamos cómo decenas de vehículos abandonaban la zona huyendo quien sabe de qué... poco después lo comprendimos.
Con los ánimos por las nubes y la alegría al encontrarnos con tantos amigos nos pusimos las raquetas y emprendimos la marcha en dirección al Lac du Passet siguiendo una maravillosa pista de esquí de fondo. De allí nos fuimos siguiendo un trazado hacia el Lac de Lanoux por la margen izquierda del valle, sumidos en un paisaje de ensueño y bajo una ventisca endemoniada.
Tras subir a la Portella de Fontvives la tempestad arreciaba, el viento barría el rastro de las raquetas y la nevada se volvía cada vez más copiosa. Un cielo oscuro y plomizo anunciaba que aquello iba a peor, a mucho peor. Sólo bastó escuchar la voz de la montaña, clara y contundente, y decidimos vover sobre nuestros pasos, sin más.
El regreso fue más rápido pero nos permitió igualmente agrandar nuestra alma con lo que estábamos presenciando y viviendo, una ventisca que rugía pero que nos permitía volver por un camino fácil a buscar el cobijo del pueblo, atravesando un bosque completamente colapsado por la nieve y en el que de tanto en tanto los torbellinos de nieve en polvo se apoderaban de cuanto la vista alcanzaba.
La aventura duró 14 kms con 900 m de desniveles acumulados. 5 horas de lujo para disfrutar de la montaña en su versión más cruda. Una sesión de raquetas que sin duda sirve de base de entranamiento como complemento ideal para cualquier corredor de montaña.
La despedida fue muy breve, estábamos a -4ºC y todo el mundo estaba deseando salir de allí ante las previsiones de una gran nevada en toda la Cerdanya. La imagen de un camión de gran tonelaje salido de la carretera a causa del hielo fue la nota que puso fin a una jornada de crudo invierno en la que pusimos todo de nuestra parte para sacarle el máximo provecho.
Llegada a Porté-Puymorens.
Preparativos en el aparcamiento del cámping La Rivière. Foto de Angel Moreno.
Expectación y ganas de salir bajo la nevada, ultimando los preparativos. Foto de Francisco del Moral.
La foto de familia.
El rio Carol, cuando empezamos la sesión de raquetas.
El grupo comienza a moverse por las praderas del valle completamente tapadas por la nevada.
Una foto para el recuerdo.
Panorámica del valle a primera hora de la mañana.
Las praderas tapadas por un espeso manto de nieve que a veces el agua de los arroyos conseguía abrir.
El camino de Passet. El bosquecillo de ribera era una maravilla para la vista.
Caminando por les Prairies du Carol. Foto de Angel Moreno.
El fondo del valle.
Subiendo hacia el Lac du Passet. Foto de Francisco del Moral.
Llegando al Lac du Passet.
En lugar de bajar al lago seguimos el recorrido por la margen izquierda del valle.
La fila de aventureros.
Una alegría encontrarse de nuevo con los amigos, con Carme Campoy.
La fila de aventureros subiendo hacia Fontvives por la izquierda del Valle.
La ventisca se hacía cada vez más fuerte.
Un cauce medio helado afloraba entre la gruesa capa de nieve que lo tapaba todo.
La nieve en algunos puntos alcanzaba los 100 cms de espesor.
Subiendo hacia el Lac du Passet. Foto de David Valencia Abril.
Caminando con alegría y disfrutando de una cruda mañana invernal.
En todo momento hubo opción de juegos y risas. Qué buen ambiente!
Habíamos ganado bastante altitud y el valle de Lanoux aparecía espléndido.
Los riachuelos se tapaban con tanta nieve.
Bajando hacia el Clôt de les Polverines.
El Clôt de les Polverines.
Paisaje increíble en el Clôt de les Polverines.
Hora de tomar un tentempié, bocata de jamón de Teruel. Foto de Jordi Hernandez Hita.
Los arbustos se aplastaban bajo el peso de la nieve.
Subiendo hacia el Lac de Lanoux. Foto de Francisco del Moral.
A veces teníamos que pasar sobre cauces que la nevada había tapado, con gran incertidumbre.
Subiendo hacia la Portella de Fontvives. El cielo clamaba y daba señales muy claras.
Llegando a la Portella de Fontvives. Foto de Angel Moreno.
Nevaba de manera copiosa en la Portella de Fontvives.
La ventisca rugía. Hablábamos y todos conveníamos que la mejor opción, y casí la única, era volver sobre nuestros pasos, antes de que la naturaleza nos lo impidiera.
La señales que enviaba la montaña eran claras. Debíamos volver, sin prisas pero sin pausa.
Un grupo de 4 adelantados se unió a nosotros para el regreso. El 2º intento de llegar al Lac de Lanoux en raquetas de nieve también fue fallido, pero la aventura ya había valido la pena.
La ventisca cada vez era más fuerte, por momentos los torbellinos de nieve en polvo lo tapaban todo.
Durante el regreso también pudimos disfrutar de las maravillas del Valle de Lanoux.
Un riachuelo aún guardaba temperatura antes de helarse a pesar de que estábamos a -4ºC.
Refrescando los ardores en los pies.
El rio Carol abriéndose paso a duras penas. Las formas redondeadas y algodonosas le daban el toque suave a un día infernal.
El arbolito más fotografiado de la sesión... pobre...
Un buen dia para explicar cosas y aventuras durante la marcha.
Bajando al unísono por una pradera. Foto de Jordi Hernandez Hita.
Un tímido intento del sol por aparecer en el Bac d'Ortella.
Bajando al Lac du Passet el valle se abría, blanco y amable.
Cascada de hielo en un torrente junto al camino.
Pequeños carámbanos que indicaban que el torrente se estaba congelando, señal del descenso repentino de temperatura.
Un torrente que se hacía hueco entre el manto de nieve... pero se estaba congelando...
El bosque de pradera, paisaje de tundra.
Formas caprichosa en los árboles. Quien sabe cuantos azotes de ventisca habrán recibido...
Y lo peor estaba por llegar. La ventisca se volvió violenta cuando llegábamos a Porté, unos centenares de metros que tuvimos que recorrer bajo una nevada que iba a más.
A las 3 de la tarde parecía que se hacía de noche. El castigado paisaje de pradera del Valle de Lanoux nos daba la despedida.
El río Carol comenzaba a congelarse por la baja temperatura ambiente, y nuestra ropa y gorros también empezaban a acumular hielo. Así dimos por concluído un estupendo día de perros. Foto de Jordi Hernandez Hita.
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