27 de diciembre de 2011

4ª Invernal Extrem La Llosa del Cavall


4ª edición de la quedada más radical y extrema del año, la Invernal de la Llosa del Cavall, que este año ya ha congrgado a 21 palistas procedentes de la geografía catalana, aragonesa y andorrana.
El tiempo no acompañó demasiado, primero porque los días precedentes no había nevado en la zona ni en la Serra de Port del Comte, segundo porque la temperatura no era lo suficientemente baja (comenzamos la jornada entre 2 y 3 grados bajo cero) como para congelar el agua del pantano, y tercero porque el viento deshizo enseguida la escarcha y nos hizo sufrir de lo lindo con sus fortísimas ráfagas, sobre todo en la desolada e inóspita cola de la Rasa de Vilamala.
Pero en medio de un formidable ambiente kayakero pudimos disfrutar todos de los maravillosos y espectaculares paisajes del Solsonès que transportaban a cualquiera de nosotros, sin querer y sin pretenderlo, a latidudes bastante más cercanas al Polo, entre charlas, entre palada y palada, remontando como novedad la pequeña cola del Cardener, la clásica y espectacular cola de Aigua de Valls, con el almuerzo al abrigo esta vez de la Mola de Lord, y las inquietantes visitas por la tarde a las Rasas de Torroella y de Vilamala.
El regreso, tortuoso por las fuertes ráfagas de viento, nos llevó sin descanso hasta el embarcadero del puente, para recoger rápidamente todos los equipos a +2ºC e ir a tomar algo calentito y reconfortante al bar de Sant Llorenç de Morunys.
La 4ª invernal fue la menos fría de todas... pero la más ventosa. El inquietante estruendo del aire en el bosque, el empuje que hacía sobre el agua y sobre nosotros mismos y los remolinos que encontramos al doblar varias prominencias rocosas perdurará en nuestra memoria.

Los 21 participantes en la 4ª Invernal Extrem de la Llosa del Cavall, atentos a la explicación durante el briefing en el embarcadero del puente de Sant Llorenç de Morunys. Foto de Albert Jiménez.

Los kayaks preparados al amanecer.

El kayak de Ramón Inua.

Navegando hacia el Monegal, con una desconocida Serra de Querol   (2.212 m) desprovista este año de nieve.

El puente de la carretera de Berga.

Vall de Lord. Vista atrás a la Serra de Querol.

Varado en un abrigo natural. El viento comenzaba a soplar.

 Navegando por Aigua de Valls, contemplando las exóticas crestas de la Serra de Bastets.

 La estampa más invernal de la jornada, navegando por Aigua de Valls. Foto de Jordi Curià Pascual.

 
Entrando en la gélida cola de la Canal del Molí, con la Roca de Busa en todo lo alto.

 
Desembocadura del Aigua de Valls en el pantano, aguas que vienen de otros escenarios que me resultan familiares, como Pedraforca ó Cap de la Gallina Pelada.

 
Recodo de Castelltort. La sombra de la pared, el sol y el bosque daban este color a las aguas.

 
Xavi Ars y Santi Borrell palean con la Serra de Querol (Port del Comte) al fondo.

 
Crestas de la Sobirana.

 
Crestas de Vall-llonga.

 
Compartiendo el momento de la comida, reponiendo fuerzas, ánimo y calor. La temperatura era bajísima a pesar del sol, apenas +3ºC.

 
Varados al abrigo de la Mola de Lord.

 
Entrando en las aguas de la Rasa de Torroella.

 
Entrando en la Rasa de Torroella hasta que fue posible.

 
Jordi Curià Pascual bajo una naturaleza muerta.

Saliendo de la Rasa de Torroella. Foto de Jordi Curià Pascual.

 
La Rasa de Vilamala, habitualmente helada, fría, inóspita, con centenares de árboles muertos que sobresalen en su cola dejando un rastro de olor a podrido. Este año, además, el fuerte viento entraba y colapsaba el cuello del fondo, produciendo un efecto salvaje y demoledor. Nos tuvimos que agarrar a los troncos que sobresalían para no volcar en las gélidas aguas. El rugido en el bosque sobrecogía y todo el conjunto invitaba a irse cuanto antes de allí... si podíamos... Tras encontar un apequeña calma todos paleamos con fuerza con el vendaval en contra hasta llegar al centro del pantano, más abierto y con caudales de l viento más repartidos y soportables.

Tras remar sin descanso desde la presa hasta el embarcadero, con algún susto por los remolinos que el viento producía tras los salientes rocosos, recogimos los equipos rápidamente y bajo una temperatura muy baja, apenas +2ºC. Después disfrutamos comentándolo todo y planeando otras aventuras en kayak con una reconfortante taza de café bien caliente entre las palmas de las manos.
Y a casa... siguiendo diferentes direcciones... coches cargados de kayaks que este año no contrastaban con los de los esquiadores...