20 de septiembre de 2010

Matagalls- Montserrat, 5 años después...

5 años después volvía e encontrarme en Collformic, en pleno corazón del Montseny, para participar en la Matagalls- Montserrat, ultratrail de 83,4 kms y 5.980 m de desnivel total acumulado, y con las mismas perspectivas climatológicas: amenaza de lluvia en la salida que se hizo efectiva desde 3 horas antes de comenzar la prueba, se iba a repetir la historia del año 2.005...
La niebla de las cotas más bajas del valle fue subiendo y dio paso a una lluvia intensa que obligó a todo el mundo a protegerse bajo los árboles.
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La niebla del fondo del valle fue subiendo hasta taparlo todo y dar paso a la lluvia.
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La salida escalonada fue agrupando a los participantes en la esplanada bajo una lluvia que poco a poco se iba diluyendo. Las perspectivas pasaban por mejorar las 18 horas que hice en 2.005, intentando aproximarme en lo posible a las 15 horas. Las dudas pasaban por mi cabeza, las lluvias de los últimos días debían haber dejado muchos tramos de roca muy resbaladizos, la prudencia se adeñuaba de mis intenciones y pensamientos. Además no sabía en qué medida iba a responder a este ultratrail, el 5º del verano tras Montseny, Cap de Rec, Núria-Berga y Cavalls del Vent.
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Todo a punto junto al arco de salida, mirando que el reloj oficial de la prueba marcase las 16:04, hora asignada para mi salida y la de Moisses y Paco, con quienes compartí los momentos previos y quienes me aguardarían en la llegada de Montserrat.
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Con los amigos, Moisses, Carlus Vila, Paco y Oscar, bajo la lluvia poco antes de darse la salida.
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La lluvia a su vez dejó paso a la niebla, que en las zonas altas de la travesía nos acompañaría hasta el Coll del Vinardell, km 42 de carrera. El tramo del Pla de la Calma, primeros 11 kms, no deparó otra cosa que lluvia y niebla en medio de un ambiente gélido. Allí aproveché para trotar todo lo que pude e ir ganando tiempo, adelantando a un buen número de participantes que iban caminando hasta que ya comenzaron a adelantarme a mí los corredores más fuertes que tomaron la salida en los minutos posteriores a la mía. El objetivo, llegar al estrecho y resbaladizo sendero de bajada a Aiguafreda sin encontrar retenciones.
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Siluetas... las lejanas siluetas de Moisses y Paco que se alejaban en medio de la niebla...
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L'Agustí, masía típica del Pla de la Calma... se acababa el camino y comenzaba la abrupta bajada hacia Aiguafreda...
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La bajada a Aiguafreda estaba muy peligrosa con las lluvias. Tramos de fuerte pendiente con losas planas que en principio no dieron problemas dieron lugar a otros tramos con rocas más lisas y duras que eran auténticas trampas que hicieron caer a más de uno... yo por suerte y prudencia me libré. La llegada a Aiguafreda fue emocionante, con bastante público aplaudiendo nuestro paso.
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El sendero y las losas resbaladizas que llevaron a algunos al suelo.
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El puentecito sobre el río Avencó que da entrda a Aiguafreda. Un poco más adelante estaba Angela Run Cicling dando gritos de ánimos...
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El siguiente tramo comprendía la pronunciada subida al Pla de la Garga por una pista que dejaba ver el paisaje de la Vall del Congost y un Montseny todavía tapado por las nubes. Con un buen ritmo de bastones me planté arriba, pasando por el control 2 y volviendo a trotar un buen tramo hasta llegar a la subida del Fabregar.
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La pista de subida al Pla de la Garga con los Cingles d'en Cerdà.
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Desde lo alto se veía Aiguafreda, la Vall del Congost y el Montseny medio tapado por las nubes. Aquí me adelantó Xavi Moll, quien tras su reciente y brillante participación en la CCC iba rapidísimo camino de Montserrat.
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En el tramo de bajada de el Fabregar a Sant Quirze Safaja comencé a sentir los primeros síntomas de cansancio y dolor. El desgaste de los ultratrails del verano se hacía patente y los pies daban su señal de alerta.
El camino por el Serrat de la Codina fue tortuoso, con un largo descenso a través de monte bajo que me obligó a ir vigilando las ramas... descuidando la vista al suelo hasta que una raíz me hizo caer de golpe, sin más consecuencia que unos arañazos causados por los matorrales. Pronto llegué a un claro que me ofreció unas vistas espectaculares hacia las colinas del Moianès sobre las que una franja de luz naranja anunciaba la pronta puesta del sol.
Era el km 28 de carrera y llegaba al control de la Roviereta, en donde unos frescos botijos apaciguaron mi sed. La subida al Coll de Poses nos adentraba en un pequeño pero oscuro bosque que indicaba la necesidad de encender los frontales. Tras parar en el avituallamiento unos minutos reemprendí la marcha, ahora ya sí, con las luces encendidas y con los ánimos dispuestos a emprender la etapa nocturna... y quedaban aún 52 kms para el final...
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Desde el Serrat de la Codina se veían bonitas perspectivas del Moianès con un sol naranja que quería mostrarse en una estrecha franja entre las nubes y el horizonte más lejano.
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En el control de la Rovireta aproveché para beber abundante agua fresca. Los pies me empezaban a doler con ganas...
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A partir de este momento la carrera sería nocturna, quien sabía si hasta llegar a Montserrat. Con el ritmo que llevaba, corriendo en todos los tramos posibles, las previsiones iban a bajar bastante mi marca en esta prueba y todo hacía indicar que llegaría aún de noche a la meta del Monasterio.
Por la zona del Coll de Matafaluga, control 4, había mucha niebla, y muy densa, era muy difícil orientarse y ver las marcas de verde y rojo de la prueba. La refracción de la luz apenas dejaba ver las irregularidades del camino y ello provocaba dificultades en el paso.
La fuerte y agreste bajada desde el Serrat de les Pedres hacia el Coll del Vinardell fue dejando poco a poco la niebla atrás, pudiéndose ver las luces de Sant Llorenç Savall en el fondo del Valle del Ripoll.
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Los reflectantes de las mochilas eran la única luz que podía verse de tanto en tanto. El resto era todo oscuridad...
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En el Coll del Vinardell ni siquiera era posible ver con claridad el suelo.
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En Sant Llorenç Savall se ubicaba un animadísimo avituallamiento en el que paré unos instantes a beber cola y tomar unas avellanas y unos deliciosos fresones secos confitados. Era el km 45, pasado el ecuador de carrera, y llevaba 6 horas y media de competición. Veía que si continuaba con ese ritmo podría bajar de 15 horas pero quedaban 3 subidas muy fuertes, la Mola, el Queixal y Montserrat y la peor bajada, por lo dura y larga, la de les Vendranes. Debía luchar mucho para conseguirlo...
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Al pasar de Sant Llorenç a la Vall d'Horta volvieron a aparecer ramos de niebla entre la luz de la luna, dándole este aspecto a la cruz que hay en lo alto de la colina.
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Llevaba muchas horas corriendo en soledad, con alguno de los corredores rápidos que salieron en turnos posteriores al mío que me adelantaban. El paso a lo largo del lecho del Riu de les Arenes me llenó de inquietud. No veía marcas por ninguna parte. Veía luces de otros participantes que iban fuera del cauce y pensaba que me había equivocado. Sabía que el desvío que daba paso a la subida hacia la Mola estaba semi-oculto y debía ir con mucho cuidado para no pasarlo... hasta que lo encontré y comencé la subida, una subida eterna, dura, con raíces, piedras, ramas bajas... así hasta llegar a los pies de la recortada Castellassa de Can Torres, intentando no perder de vista las marcas y comenzar el tránsito por las resbaladizas cornisas de piedra de la Mola, una tras otra hasta el Coll de Grua, km 57 de carrera, que daba paso a una zona de urbanizaciones de Matadepera en donde podría volver a trotar y arañar minutos, aquí sí, adelantando a otros participantes que se encontraban en peores condiciones, y lo que son las cosas, revirtiéndome a mi de manera positiva insuflándome nuevos ánimos al ver que quizás mi estado no era tan malo como pensaba.
En la subida hacia el control del Queixal, en la Serra de l'Obac, me impuse un buen ritmo ayudado por el braceo de mis bastones. Eran las 2 de la madrugada y aún me quedaban 19 kms, veía posible hacer sub 15 horas y acercarme mucho a las 14... pero temía la horrible bajada, aún la recordaba de hacía 5 años, a les Vendranes a través de una tartera criminal, con muchos saltos importantes, plagada de pedruscos y raíces y en la que tenía poco que ganar y mucho que perder.
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Desde lo alto de la pista del Queixal a la Casanova de l'Obac, y tras una loma, se aparecieron las luces de Barcelona, a lo lejos, temblorosas... preciosas...
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Infernal. Sufrí muchísimo en la bajada a les Vendranes. Llegué a maldecir en varias ocasiones a causa de algunos resbalones y tropezones sin consecuencias... pero llegué, por fín, y sellé... y me fui pitando por un sendero en subida hacia Vacarisses en donde un apetitoso avituallamiento me esperaba.
Este tramo a lo largo del término de Vacarisses , a través de pistas y caminos planos y calles de urbanizaciones asfaltadas, supuso un descanso para los pies pero la continuada bajada me cargó mucho los cuádriceps. Al pasar por la Estación de Vacarisses recibí la llamada de Paco para anunciarme que él y Moisses ya habían llegado a Montserrat, completando la prueba en 11h 30m, sin duda un gran éxito para ambos. Ello me animó para seguir con más ganas. Al diablo los pies, los cuádriceps y todo lo demás. Las luces del Monasterio se veían desde hacía rato y me faltaba muy poco. Llegué al control de la Creu de l'Hostal, km 77 de carrera, y desde allí se veía Monistrol a tiro de piedra. Me lancé por el camino de bajada y sin darme cuenta, producto del sueño seguramente, me encontraba cruzando el puente sobre el Río Llobregat. Atravesé el pueblo y llegué hasta el comienzo del camino de subida a la Muntanya de Montserrat. Tres. Tres kms más y ya lo tenía...
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La preciosa Plaça del Bo-Bo de Monistrol de Montserrat.
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Desde Vacarisses no había mirado el reloj, no me quería dar presión después de 70 kms, y no lo hice, quería subir tranquilo. No estaba seguro de cómo iba a respoder en la dura ascensión por lo que prefería estar tranquilo y dejar que pasaran uno tras otro esos 3.000 m finales. Miraba atrás y veía las luces de toda la cuenca del Llobregat, era espectacular, un regalo para los sentidos, al igual que los sonidos de la noche, las lechuzas, los grillos, los mochuelos, los chorrillos de agua... y los olores de las plantas, dulces, ácidos ó fétidos, todo en su conjunto una amalgama de sensaciones que desde que se hizo de noche en el Coll de Poses me acompañaba hasta allí, observando hacia arriba la proximidad de un Monasterio colgado de la mole de piedra y hacia abajo un sendero con decenas de lucecitas que se movían siguiendo mi estela. Así hice la subida, en modo perceptivo al 100%, hasta que al llegar a las primeras losas pavimentadas las estruendosas campanas del Monasterio anunciaban alguna de las actividades de la abadía.
Entonces sí, miré el reloj y faltaban pocos minutos para las 6 de la mañana... y apreté, apreté, apreté el paso. Desde una balconada me animaban acompañantes de otros corredores y subí las últimas escaleras corriendo, y al doblar a la derecha, llegando a la esplanada del Monasterio, me encontré con una maravillosa alfombra roja que mis pies, y mi espíritu, pisaron con la mayor satisfacción del mundo.
Las campanas volvieron a sonar, pero con mucha más fuerza y retumbaron en toda la montaña estremeciendo el silencio de la madrugada. El reloj oficial de la llegada marcaba las 06:00. Me entró escalofrío, por la temperatura y por comprender que acababa de hacer algo grande en mi ser, una muestra más de mi superación personal, una enseñanza que llevo, y me esfuerzo por llevar, a las demás facetas de mi vida.
Sí, eran las 6 de la mañana, 13 horas y 56 minutos después de darse la salida bajo la lluvia en Collformic, invadido por la sensación de felicidad absoluta que produce el haberlo dado todo para conseguir el objetivo y conseguirlo.
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Delante del Monasterio, con la estatuilla de madera tras completar la carrera.
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Gracias a todos los que han contribuído a facilitar este éxito, mi familia, mis amigos, la organización. Gracias a los que creen en mis posibilidades y me animan cuando me ven decaído y desmotivado. De corazón, gracias a todos...
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