Hállome reposando por una repentina e inesperada lesión en la zona del bíceps femoral derecho, dándome tiempo para la recuperación antes de la Mitja Marató de Granollers y dándole vueltas a resultas de su evolución: me muestro prudente y esta semana sólo he entrenado 15 min. suaves el jueves, y muchos estiramientos, y 40 min. hoy domingo, también muy suaves y aderezados con más estiramientos.
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Y las descargas que me da el compex en la zona afectada parece que excitan mi cerebro, también.
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Preocupado entre los avatares familares, la lesión, los radares que se disparan a velocidades caprichosas y cambiantes en la autopista amenazando con multa bajo cada puente, el pesimismo reinante en la calle en forma de espada de Damocles suspendida sobre nuestros empleos, qué pena que a algunos, muchos, les haya caído ya, empresas que cierran, y el recorte consiguiente en el nivel de bienestar de los ciudadanos, y a tenor de lo que dicen los expertos, continuará...
Entre tanto, estos días sin salir a entrenar estuve organizando unas cajas con fotos antiguas, encontrando una serie realizada en el periodo de crisis anterior, en 1992, año en el que una España cargada de gloria deportiva y orgullo tecnológico se despedía de los Juegos Olímpicos de Barcelona y de la Exposición Universal de Sevilla, desinflada, sin ideas, sumergida de golpe en lo que en otros países se llamaba la "crisis por la guerra del Golfo", ocasionada por el alza del crudo a raíz de la invasión de Kuwait por parte de Irak.
Tras el vacío surgido después de los Juegos y la Expo, el histérico sector de la construcción, al igual que ahora, empezó a hacerse el harakiri. En aquellos momentos yo me encontraba ajeno a aquella crisis trabajando en la Mauritania interior, en Kaédi, que significa"el fin del Mundo" en la lengua de los bereberes, 3ª ciudad del país, viviendo otra realidad, la realidad de la crisis contínua, infinita, sin solución, una realidad que los "maures" (orígen de la, no sé por qué, despectiva palabra "moros", que da nombre al país y que es el grupo étnico-religioso mayoritario pero oprimido) viven con la misma naturalidad con la que viven también su obsesión por el lujo y el consumismo de las tiendas de la muy cercana Las Palmas de Gran Canaria, ó la idealización que han hecho del paraíso perfecto que creen son los Campos Elíseos de París.
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La ciudad, Kaédi, y el río Senegal.
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El Desierto del Gorgol.
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El mercado.
Mientras millones de personas del 1er mundo se quedan sin su trabajo y todos nos echamos a temblar, ó las barbas a remojar, muchos millones más tratan de sobrevivir a la miseria que les rodea, los que tienen más suerte, como ahora los colonos del Gorgol, defendiendo sus cultivos de sorgo y mijo de la amenaza contínua de las riadas incontroladas del río Senegal, de las contínuas tormentas de arena ó de las devastadoras plagas de carántidas (escarabajos gigantes).
Unas aguas y unas arenas a las que entonces no presté apenas atención y por las que hoy pagaría por navegar y correr.
El río, y en la otra orilla, Senegal.
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El rostro de los niños mauritanos es el rostro de la esperanza que ha de servir para que valoremos lo que tenemos, sepamos disfrutarlo y seamos felices, como ellos intentan serlo en su miseria.
Niños de campo: nómadas bereberes.
Niños de ciudad: maures.