

La ciudad, Kaédi, y el río Senegal.
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El Desierto del Gorgol.
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El mercado.
Mientras millones de personas del 1er mundo se quedan sin su trabajo y todos nos echamos a temblar, ó las barbas a remojar, muchos millones más tratan de sobrevivir a la miseria que les rodea, los que tienen más suerte, como ahora los colonos del Gorgol, defendiendo sus cultivos de sorgo y mijo de la amenaza contínua de las riadas incontroladas del río Senegal, de las contínuas tormentas de arena ó de las devastadoras plagas de carántidas (escarabajos gigantes).
El río, y en la otra orilla, Senegal.
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El rostro de los niños mauritanos es el rostro de la esperanza que ha de servir para que valoremos lo que tenemos, sepamos disfrutarlo y seamos felices, como ellos intentan serlo en su miseria.
Niños de campo: nómadas bereberes.
Niños de ciudad: maures.
Km 19, ya en el paseo marítimo de Sitges, arrastrando la pierna.
Jaume, Elena, Bruno, que se unió al grupo, Dolors, y a mi izquierda, Jotaeme, quien hizo mejor marca, y Karli.
Y también de algunos bloggers:
A mi derecha, Robert Mayoral, quien cada vez lleva más gorda su mochila para preparar le Marathon des Sables, y Karli.
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Es muy agradable salir a correr por estos caminos cerca de Ruesca.
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Un lugar que me llena de nostalgia, esos árboles ya estaban allí cuando yo nací y han sido testigos de buena parte de mi vida.
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El Puente Nuevo, aunque construído en 1.512.
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Camino al anochecer por la Isla. Las cornejas, que pasan el día en las torres y pináculos de la Catedral, vienen a las copas de los árboles a pasar la noche, rompiendo con descaro el silencio.
Muchas tardes, como ésta en Ruesca, pude pasear tranquilamente, sintiendo el cortante frío en la cara, pero mirando un firmamento que albergará el alma de Gregorio. Una gran pena, el abuelo murió el día 2, sin sufrir, como si nada, haciendo hasta el último día de su vida lo que más le gustaba, echarse su traguico de vino y liarse su tabaco de librillo.