Desde mi residencia en Benabarre me desplazaba a conocer lugares insólitos para lo que estaba acostumbrado, pueblos minúsculos e incluso deshabitados como Fet, Pilzán, Finestres, Estall, Boix, Alzamora, Corçà, Tragó, Entenza... todos en torno al sistema hidrográfico de los pantanos de Santa Ana y Canelles, que penetran congosto a congosto y contra la voluntad de las montañas rio arriba, hasta el Congost de Montrebei, gigantesco y profundo desfiladero por el que el río Noguera-Ribagorzana encontró paso en su camino a la Plana de Lleida.
Una concentración kayakera en aquellas aguas era el motivo ideal por el que acudir hasta allí, y volver a contemplar la gigantesca hendidura del Montsec, las agrestes crestas que lo acompañan y percibir de nuevo el vacío salvaje, silencioso y natural de lo deshabitado de estas tierras y estas aguas entre la Ribagorza Oriental, en Aragón, y La Noguera, en Catalunya.
Para evitar madrugar más de la cuenta pensé en desplazarme la tarde anterior y unirme a aquellos que también lo habían decidido así, pasando a recoger a Eduard y su kayak blanco por Terrassa, con quien descubriría de paso nuevos valores y otras formas de entender algunas cosas.
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La cena dio paso a la charleta y tras ésta llegó mi primera experiencia nocturna navegando, en medio de la nada, de la quietud de las aguas y del silencio. La luna se encargaba de poner el contrapunto, iluminando con fuerza las orillas del pantano y recortando la silueta de las montañas más próximas.

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