6 de julio de 2010

Núria- Queralt- Berga 2.010: la estrecha línea que separa el infierno del cielo.

Tantas emociones, tan variadas, tan intensas, tan inolvidables...
96 kms dan para mucho, para vivir todo tipo de situaciones, para pasar en poco tiempo y en poco espacio del cielo al infierno, y al revés... de sentirse tocando las nubes a 2.500 m de altitud a sentirse hundido en el pozo dentro de un barranco húmedo y espeso... de sentirse fuerte y seguro ante el desafío contra el límite de lo humano a sentirse tan flojo y vacío de no ser capaz de dar un paso más...
Tras varios meses de preparación y la participación previa en 2 ultrtrails más cortos, la Travessa del Montseny, de 46 kms, y la Cap de Rec, de 51 kms, llegaba la prueba de ultrafondo más larga y quizás la más dura de toda la temporada, la Travessa Núria- Queralt- Berga, 96 kms, y 9.500 m de desnivel total acumulado, este año en compañía de Paco del Moral y otros 400 participantes más, dispuestos a afrontar el reto de una prueba que el año pasado contó con sólo 165 llegados a meta y en la que hubo más de 300 abandonos y descalificaciones.
Con este panorama me fui a Núria con mi amigo, viviendo un buen ambiente en la subida con el tren cremallera, momentos de toma de contacto y cambio de impresiones con otros participantes.
Pero nada más llegar comenzó un aguacero. La situación era calcada a la del año anterior en que cayó una buena tormenta de granizo nada más comenzar la prueba.
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Con Paco, preparados para comenzar el trail, pero haciendo tiempo en el interior del edificio ante el aguacero que caía afuera.

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El perfil longitudinal de la prueba presentaba las grandes subidas al Pas dels Lladres (+700 m.), a Coll de Pal (+650 m.), al Coll de la Bauma (+700 m.) y a l'Estret del Coll de la Gallina Pelada (+700 m), pero las bajadas no eran menos duras y técnicas, como la de la Molina, de 12 kms y -1.100 m, la del Rebost, de 13 kms y -1.250 m, la de Ferrús, corta pero muy técnica y peligrosa, de -300 m, y la del final de carrera, 4 kms y casi -600 m por los escalones de piedra de Queralt a Berga.
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Los momentos previos a la salida fueron emocionantes, con caras de entusiasmo en todo el mundo, en medio de uno de los parajes más bellos del Pirineo, la Vall de Núria.
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Junto a Paco, ante el lago y sus reflejos de alta montaña, a 2.000 m. de altitud.
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Los truenos y el mal tiempo no alteraron el habitual buen ambiente de la salida de la Núria- Queralt.
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La salida la hice bastante rápida, me coloqué en puestos delanteros, para evitar así las congestiones que se producen en el sendero que va a Fontalba entre participantes y excursionistas libres, rodeando las faldas del Puigmal, la montaña más alta de Girona con 2.910 m.
La llegada al Torrent de Fontalba fue espectacular, oscuras nubes rugientes en las cumbres, tímidos rayos de sol en el fondo de la Vall del Freser, puntitos de colores recorriendo el sendero... y la enorme surgencia de Fontalba, como si fuera una gran herida sangrante en la ladera de la montaña, que surge de golpe, dejando escurrir un gran reguero de espuma y agua pendiente abajo...
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Fontalba y el rastro del sendero que atraviesa por medio de la surgencia.
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Los corredores atravesando la surgencia de Fontalba, primer intento de no mojarse los pies...
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A partir de ese momento comenzaba una bajada hacia la Font de l'Home Mort, a través de pequeños senderos de ganado por laderas muy verticales. El ritmo de los demás era superior al mío y comencé a perder posiciones. El desprendimiento de varias piedras que venían de arriba me inquietó y me puso de mal humor.
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Bajada abierta e inclinada por els Planassos.
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Pasando por la Roca de Quatrecorns, el sol salió lo suficiente para calentar el ambiente y provocar la inevitable tormenta.
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Tras el paso popr el control de la Font de l'Home Mort comenzaba la subida más temida de toda la prueba, subida dura, vertical, áspera, 700 m hasta coronar el Pas dels Lladres, techo de la prueba a más de 2.500 m de altitud, en donde tuve que cruzar 2 veces el Riu de les Clotes para comenzar a llevar los pies mojados durante los 87 kms restantes.
Los truenos dieron paso a la lluvia y conforme ganábamos altura ésta se convertía en granizo y las laderas se llenaban ya de agua.
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Cruzando el Riu de les Clotes, en plena subida al Pas dels Lladres.
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La sensación de frío era muy acusada y la altitud y la pendiente me hicieron bajar el ritmo considerablemente, como al grueso del pelotón en que me encontraba.
Una vez allí arriba comenzaba un prolongado descenso hacia la Collada de Toses, trotando con gusto por lo alto de la divisoria pirenaica, con esa extraña sensación de ir corriendo a la vez por 2 países... en los 2 a la vez, pero en ninguno en concreto...
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Al trote por los prados de la suave divisoria, siempre a más de 2.000 m de altitud. Aún bajo la lluvia, poco a poco me iba recuperando de la subida a Lladres.
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La tormenta se alejaba hacia la localidad francesa de Valcebollère, al norte, y el buen humor volvió al pelotón.
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Paco no quiso dejar de inmortalizar esta preciosa estampa cerca del Cim de Coma Morera (2.213 m).
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Bajando de la Creu de Meians a la Collada de Toses.
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A partir de ese momento, km 22, empecé a encontrarme mal, me dolían las piernas y las rodillas fruto de la prolongada bajada. La pista que conducía a la estación de ferrocarril de la Molina se hizo eterna, con decenas de corredores adelantándome y yo sintiendo por momentos que me hundía más y más tanto física como psicológicamente.
Iba muerto de sed cuando llegué al control de la estación. Bebí abundante agua y zumo de manzana, y tomé un plato de ensalada de patatas esperanzado que eso haría cambiar las cosas...
...Pero nada más lejos de la realidad... en la empinadísima subida por la pista de esquí de Roc Blanc me dí cuenta del error de beber tanto líquido de golpe, y me daba mala gana, mareo, náuseas... y las piernas que no subían. Era un bajón en toda regla en el km 30. El encontrarme con un participante que abandonaba y volvía bajando a la Molina me abrió la posibilidad de hacer yo lo mismo... pero pronto ví las instalaciones de la estación de esquí... y sabía que allí tendría un respiro en forma de trazado horizontal durante un par de kilómetros.
Y me fue bien... así como la conversación con Paco... y la llamada de Xavi Moll que me anunciaba desde el Rebost su increíble gesta en la Cavalls del Vent (13 horas)... y el mensaje de ánimo de Pepe Cros desde Vilassar...
Sin darme cuenta iba manteniendo un ritmo contínuo en la subida, sin descanso, hasta que llegué al frío y ya oscuro Coll de Pal, a 2.000 m de altitud. La noche se cernía sobre nosotros.
Las vistas al otro lado, hacia el sur, eran espectaculares, con perfiles y declives de montañas superpuestas... Rasos de Peguera, Gallina Pelada, Pedraforca, espacios por los que tendríamos que pasar durante las horas y kilómetros siguientes.
La bajada al Rebost fue tranquila y recuperadora, ensimismado en las últimas luces del día y las primeras de la noche, las de Cercs, allá abajo del todo... mientras corrían los rumores de los penalties del partido con Paraguay y me imaginaba el ambiente del Estadio de Cornellà- el Prat en aquellos mismos momentos con el concierto de David Guetta y Black Eyed Peas, dejando Puigllançada (2.409 m) a mis espaldas y respirando un aire puro impregnado del dulce olor de la retama.
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Paco y un grupo con el que compartiríamos largos momentos de la noche, con las siluetas de la Gallina Pelada y el Pedraforca, justo antes de anochecer en la bajada al Rebost.
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El ambiente en el Rebost, control 4, era extraordinario: muchos corredores, voluntarios echando una mano en el repostaje de las camelbags... y una cenita que me sentó de maravilla...
Mejor, porque la bajada a Rigorèixer prometía ser dura, muy dura, con una primera parte por el fondo del barranco del Paller de Dalt muy técnica y peligrosa por los resbalones, en donde no quise arriesgar para nada y en donde fui superado por una docena de alborotados participantes.
Luego nos quedamos en el mayor de los silencios, sin luna, en un bosque cerrado y húmedo que al perder altitud daba sensación de sofoco.
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Sensaciones indescriptibles al correr por el bosque y la montaña con la única luz del frontal.
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La bajada por el espectacular Bac de Diví fue un poco más rápida, manteniendo a nuestros perseguidores a raya hasta llegar a un sonoro y acuático control en Rigorèixer, donde llegamos justo a la media noche, ubicados en el puesto 85 de carrera, llegando con una hora de antelación respecto al año anterior... parecía que todo iba muy bien...
Tras avituallar fruta seguimos el camino por una pista en dirección al Molí de Can Cerdanyola, pasado el ecuador de la carrera, pista con ligera subida en la que fuimos dando alcance a otros participantes, al trote, sintiéndome con ello más seguro y fuerte, escudriñando a la vez las crestas del Moixeró semiocultas en una noche sin luna.
En Can Cerdanyola aproveché, además de para comer y beber, para cambiarme de calcetines... levaba los pies mojados desde la Font de l'Home Mort (42 kms) y comenzaba a sentirme las plantas muy blandas y algo quemadas.
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El cansancio de 51 kms se reflejaba en mi cara... pero me sentía muy bien y con ánimos de subir los 700 m de la Bauma...
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Los 700 m de la subida a la Bauma se me pasaron volando con la vista puesta en un grupo que poco a poco iba desfalleciendo y al que iba dando alcance, pero volviéndome a mojar los pies enseguida al pasar por las Fonts del Bastareny y por el Torrent de Muscurols.
Unos dátiles en el control de la Bauma me dieron alas en la bajada por la Fageda de Gresolet y enseguida dejamos atrás a aquellos corredores, mientras la silueta del Pedraforca quedaba recortada por los destellos de unos lejanos relámpagos.
El sendero por las faldas del Pedraforca, resbaladizo y estrecho, se hizo muy largo e interminable, hasta llegar a la pista del Coll d'Euga, en donde era mi compañero quien no tenía todas consigo y en donde aflojamos un poco el ritmo, hasta llegar a una animada plaza de Saldes, en donde los relámpagos cada vez eran más impactantes y seguidos.
Mientras devorábamos un plato de ensalada de pasta y varios trozos de sandía se puso a llover. Eran las 5 de la madrugada, aún de noche cerrada, y llevaba 2 horas ganadas a la carrera del año anterior... parecía que todo seguía viento en popa...
Pero nada más comenzar la subida al Portet del la Gallina Pelada vimos cómo se tapaba el Pedraforca y cómo una tormenta se venía desde la Serra de Port del Comte alcanzándonos de lleno, con una fuerte descarga eléctrica que ponía los pelos de punta, arreciando la lluvia hasta convertir el ascenso al control del Portet en un sendero resbaladizo y tortuoso. No aflojamos, la energía de la atmósfera nos contagió y terminamos la subida a base de coraje llegando empapados a la carpa de un control atiborrado de corredores que se refugiaban de las inclemencias.
Decidimos salir de allí rápidamente, hacía mucho frío y estábamos empapados y optamos por arriesgar bajo la lluvia en el paso por los cortantes de la Gallina Pelada por la empinada y pedregosa bajada de el Ferrús.
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Al fondo, la Serra de Port del Comte medio tapada por las cortinas de agua, a medio plano, el Portet, y en primer plano, el desplome de cientos de metros verticales del Cap de la Gallina Pelada (2.320 m). El sendero dicurría durante un buen tramo justo por la base de la roca, bajo la caída de chorros de agua y algún que otro pedrusco a causa de la lluvia.
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El paso por la base de las cingleras de la Serra d'Ensija era arriesgado, resbaladizo y, sobre todo en la bajada de piedras al Ferrús, muy técnico. Era el km 79 y todo el mundo llevaba ya los pies destrozados. Varios participantes se quedaban atrás sufriendo lo indecible.
Pero la llegada a la pista plana de la Font de la Bruixa nos dio una nueva dimensión de la prueba, permitiendo correr en buena parte de los tramos, ahora en bajada hacia Peguera, en donde de nuevo la lluvia comenzó a arreciar, hasta el punto de formar regatos y riachuelos y desbocar el tranquilo Riu de Peguera, cuyo paso nos tendría reservada otra sorpresa...
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Paco trota bajo la fuerte lluvia hacia el Roc de Peguera.
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Atravesando sin remedio el Riu de Peguera.
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Con la lluvia el hayedo de la Baga de Peguera estaba muy húmedo y resbaladizo, pero nos empleamos a fondo en la subida, con la sensación de oler meta y la tensión de no querer oir a nadie detás nuestro. A esas alturas el ser adelantado resultaba una mala broma pero no pudimos evitar que algún corredor nos pasase.
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El túnel de la Baga de Peguera, con un suelo embarrado, negro y pestilente.
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Pero tampoco pudimos evitar el ir adelantando a los que peor lo estaban pasando, unos cuantos desde l'Estany hasta Queralt. En el Camí de les Aigües de Queralt Paco se marchó con hambre al oler a meta...
Yo aumenté también el ritmo, quedaban sólo 4 kms, iba pasando corredores y llegué a las escaleras de Queralt. No las conté, mi subconsciente me dice que deben ser 500.000... pero daba igual, empecé a ver gente que me adelantó en el Rebost, y mucho antes, en Toses, y en Fontalba... es lo grande de un ultratrail... es tan largo que nunca sabes cómo vas a acabar... ni siquiera si lo vas a acabar...
La llegada a las calles de Berga me puso frenético y seguí recortando posiciones... así hasta llegar a la meta... 96 kms, 9.500 m de desnivel salvados... y 19 horas y 42 minutos después de darse la salida... 2horas y 48 minutos menos que el año anterior...
400 participantes en una prueba que da miedo, da miedo porque sobraron 150 plazas en un deporte dónde la gente se pega por inscribirse. Pero la Núria- Queralt no perdona, si el año pasado hubo 300 abandonos y descalificados este año han sido 170.
Para mí, llegar en el puesto 65 es un orgullo, me siento muy feliz, sobre todo porque en el km 30 se me pasaba por abandonar.
Quiero felicitar si me leen a todos los que consiguieron llegar, pero a los que no pudieron también. Ellos se merecen igualmente el aplauso que nos dieron a los demás en la llegada, porque también son parte de este gran ultratrail que nos hace a todos de la misma pasta.
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Con Paco, felices en las calles de Berga tras reponernos y cambiarnos de ropa.
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Definitivamente las carreras por montaña me satisfacen más que cualquier otra variante, siendo consciente de que en la ultradistancia me siento como pez en el agua. Gracias a todos los que me habeis dado apoyo, confianza y seguridad en mí mismo. Por eso mismo este modesto puesto 65 que para mí es tan importante también es un éxito vuestro.
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