A falta de una semana para disputar la que será mi 5ª participación en una prueba de maratón he echado la vista a mi colección de 4 medallas... y me las he colgado.
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Es un ejercicio de autocomplacencia pura que me hace poner la carne de gallina, como cuando crucé la meta de los 42,195 kms en todas y cada una de ellas, por encima de mis modestísimas marcas registradas, al volver a sentir el peso reconfortante de la cinta en el cuello y el tacto del metal entre mis dedos.
Fueron, en definitiva, el enorme premio que recibí al entrar en el Reino de Filípides:
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Mi primer maratón, inolvidable, Barcelona 2.004.
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El 2º, Marató del Mediterrani, Gavà-Castelldefels 2.005. Comprobé de 1ª mano lo que supone encontrarse con el muro.
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El 3º, Barcelona 2.006.
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Y el 4º, París 2.007, grandioso en todos los sentidos, pero de nuevo me encontré con el muro y fue en el que más sufrí de todos ellos.
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Por encima de la marca que pueda lograr el próximo domingo, me gustaria disfrutar tanto como en los anteriores, con un montón de buenos amigos entre los 12.000 participantes, con un precioso recorrido por las calles de Barcelona y con la presencia del público, sobre todo a la llegada, que hará que, seguramente, de nuevo entre en meta llorando.