Hoy entré en el bosque que hay junto a mi casa, para pasear con mi perrita, oler los pinos, la humedad, y probar mi GPS Magellan, aparcado en un cajón de mi mesilla desde hace meses.
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Mi concepto de disfrutar de la montaña y del bosque no incluye este tipo de dispositivos, que te ayudan a obtener datos rigurosos de distancias, desniveles, ritmos, etc, pero que te distraen la atención, y no te dejan disfrutar de la marcha o de la carrera llegado el caso.
Tantas instrucciones, tantas opciones, si un
pi, si una
ruta, si un
recorrido, que si iniciar, que si guardar, que si convertir en ruta...aaah!.Mientras tanto, dando la vuelta por detrás de Can Maioles mi perrita sigue el sendero tan campante, entre los pinos, con su astucia canina me lleva a lo que debe ser la Riera de Targa y me encuentro en lo hondo de una vaguada sombría. Miro mi GPS i la pantalla refleja mi cara atónita.

Mi perrita decide bajar por el lecho de la riera, entre altas paredes de piedra. Me hace pasar bajo un puente y se detiene al llegar a una zona con sol.
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Me doy cuenta que hay una ermita oculta entre la vegetación abundante. ¡Qué extraño hallazgo!
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Refleja una luz rara, pero encontramos la pista para llegar a un camino conocido que conduce a la antigua granja.
Oigo que bajan dos ciclistas detrás nuestro, uno de ellos es un conocido de las pistas de atletismo que venía a entrenar alguna vez con su bici. Me preguntan extrañados si sé dónde estamos, que nunca habían bajado por ese camino. Caras con ojos redondos, negación con la cabeza y subida de hombros. La montaña y el bosque siempre te reservan sorpresas.
Mi perrita tiene GDPS incorporado,
global dog positioning system, y me ha sacado del interior del bosque, de una zona aún desconocida por mí.
.La otra máquina, la Magellan, al menos, me ha dicho que he recorrido 2,8 kms con un desnivel de 200 m: pronto enseñaré a mi perrita a medir, me será más fácil que aprenderme el tocho de instrucciones.
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