21 de marzo de 2015

Reencuentro con la Mallorca auténtica: Palma.


Pequeños y grandes tesoros se esconden en los barrios y calles del casco antiguo de Palma, Ciutat de Mallorca, que con sus 428.000 habitantes se constituye en la 8ª ciudad más grande de España.
Recorrer sus callejuelas estrechas, limpias y llenas de color, asomarse a sus patios, admirar los aleros y arcadas de sus palacios, respirar su aire y dejarse atrapar por el encanto de los barrios de la Seu, Monti-Sion o sa Calatrava es trasladarse siglos atrás. No resulta difícil estos días de invierno en que la afluencia de turistas es discreta...

La Catedral de Mallorca, consagrada en 1.346.
El Parc de Mar, visto desde es Baluard.
El Palau Reial, la Almudaina, y la Catedral.
Fachada sur de la Catedral, Portal del Mirador.
Fachada principal, Portal Major.
Rosetón sobre la fachada principal.
Interior de la nave con el rosetón gótico más grande del Mundo.
Testero de la Catedral, la parte más antigua (1.300).
El Palau Reial o Palau de l'Almudaina y el Palau March.
Típicas de las ciudades mediterráneas, motos aparcadas en una calle del barrio de la Seu.
Barri de la Seu, Carrer de l'Estudi General.
Ajuntament de Palma, en la Plaça de Cort.
Carrer de Can Savellà.
Patio en el Carrer de Can Savellà.
Patio en el Carrer de Can Savellà.
Edificio singular en el Carrer del Temple.
Aleros de los palacios mallorquines en el barrio de sa Calatrava.
El elegante y bien conservado barrio de sa Calatrava.
Patio en el Carrer de la Portella.
Barrio de Monti-Sion.
Palacio en el barrio de Monti-Sion.
Últimos rayos de sol en los arbotantes de la Catedral.
Última puesta de sol desde es Baluard en este corto viaje de 4 días a la Mallorca más íntima y auténtica. Experiencias sencillas y singulares, compartiendo  espacio en una casa típica mallorquina situada en Ariany, un pueblo pequeño del interior de la isla, recorriendo sus caminos antiguos, respirando el aire puro de la Serra deTramuntana, bañándome en las aguas de la Bahía de Alcúdia, disfrutando de su gastronomía y de la sencillez y amabilidad de su gente, y en definitiva, guardando en mi cerebro tantos paisajes bonitos y sorprendentes como me ha sido posible. Pero Mallorca espera para descubrir nuevos rincones , en otra ocasión...

20 de marzo de 2015

Reencuentro con la Mallorca auténtica: Sant Elm y sa Dragonera.


Un esperado y emotivo encuentro con Donatella Monteleone, persona que tiene entregada su alma al mar y a Mallorca, fue la excusa perfecta para hacer una ruta por el extremo suroccidental de la isla.
Aquí nace, o muere, toda la cordillera que vertebra Mallorca de SW a NE, la Serra de Tramuntana.
Acantilados imponentes, mar bravío y azul, calas reducidas a la mínima expresión y senderos apasionantes a lo largo de decenas de kms que separan sa Dragonera de Formentor. Una costa inquietante como pocas con todo el sabor, el olor y el color del Mediterráneo...

Qué placer conocer a Dona, una italomallorquina de pura cepa, saboreando un café en uno de los bares típicos de Sant Elm ante el mar, escuchando a las gaviotas y dejándonos acariciar por la brisa de la mañana, poco antes de iniciar desde aquí la ruta.
A medida que íbamos subiendo por el sendero de La Trapa, siguiendo el GR-221, se descubría ante nosotros uno de los rincones más bellos del Mediterráneo, es Freu y sa Dragonera.
Imponente sa Dragonera, a mis espaldas. Las corrientes marinas producen efectos en la superficie y parece como si la isla estuviese navegando.
Sa Dragonera y la Cala d'en Basset desde el Collet de la Trapa.
Detalle de sa Dragonera, el canal (es Frau) y la roca des Niu de s'Àliga, con la Torre d'en Basset en lo alto.
El sendero de bajada y regreso a Sant Elm.
Una parada para comer: brisa en la cara, algo de comida y bebida, conversaciones amenas y este paisaje de ensueño.
La Torre d'en Basset y sa Dragonera.
Sa Dragonera desde el interior de la Torre d'en Basset.
Morro de sa Ratjada, els Alberdans y el Collet de la Trapa, donde habíamos estado unas horas antes.
Se pone el sol en la Platja des Geperut, en Sant Elm. A la izquierda la Punta de na Galinda, a la derecha  el Cap des Llebeig, en sa Dragonera, y en medio de la pequeña bahía, s'Illot des Pantaleu.
Impresionantes puestas de sol cada tarde en Mallorca...

Reencuentro con la Mallorca auténtica: La Bahía de Alcúdia.



Encontrar un espacio verde de 400 hectáreas, en franja de litoral, en una isla de destino turístico con una densidad de población fija de más de 250 habitantes/km2 es un auténtico milagro.
Pero el milagro existe: la preservación de una antigua propiedad, la Finca Son Real, lo ha hecho posible frente a la presión de la actividad turística.
Adentrarse en la finca, de acceso gratuito, es una aventura con olor a pino y sabor a sal. Tras dejar enseguida la Casa de Possessió nos encontramos en un ecosistema único. Las cigarras cantan entre los pinos y las sabinas. El viento azota las copas y trae sonidos y olores marinos. La llegada a la zona de dunas es emocionante. Un horizonte azul, delimitado por la curva perfecta que traza la costa de la Bahía de Alcúdia entre los Cabos des Pinar y Ferrutx, sorprende y cautiva. La costa aquí es completamente virgen. A lo lejos se ven casas pero ninguna cerca, el Port d'Alcúdia es la única referencia de civilización en este espacio salvaje y puro.
Muy cerca, junto a la rompiente de las olas, una necrópolis fenicia justifica la belleza de este paraje idílico en el que muchos descansan eternamente.

La Possessió de Son Real, como buena casa mallorquina tenía de todo y vivía casi en autosuficiencia. Ahora es una finca pública de acceso gratuito, con un centro de interpretación y en donde se desarrollan tareas de capacitación agrícola y  profesional.
Es Corral de Son Real.
La finca desarrolló una importante actividad ganadera que aún hoy perdura; las cerdas se remojan en los charcos.

Las ovejas y los corderos proveían de lana, carne y queso.

Tras recorrer casi 3 kms, junto al frente de dunas y ya con sonidos y olores de mar, el Refugio de Son Real.
Tras atravesar el frente de dunas se aparece la Bahía de Alcúdia. Can Picafort, Alcúdia y s'Illot des Porros desde la Punta des Patró.
Hacia el Este, el Massís d'Artà i el Cap Ferrutx.
Paraíso perdido: s'Arenal des Casat, olor a algas y sonidos del mar.
Uno de aquellos lugares en los que gritar y reivindicar agradecidos nuestra condición humana.
Rincón de la Punta des Patró.
Oteando el horizonte de Alcúdia.
s'Illot des Porros y a ambos lados el Cap des Pinar y el Cap Ferrutx, que flanquean la bahía
Cantera de extracción de piedra de marés, empleada para la construcción de las casas tradicionales de Mallorca y para delimitar las propiedades de la isla.
En el corazón de la bahía. Caminar por esta cantera evoca los tiempos en que las personas no eran dueñas de sus propias vidas...
Un hidroavión ameriza para cargar agua.
Coves de Devant.
Los temporales de Tramuntana dejan sobre las rocas los restos procedentes de costas continentales.
Arrastrado por alguno de los grandes ríos del continente o arrancado por el viento o la tormenta de algún acantilado, este gigante yace junto a la Necrópolis de los Fenicios.
Los Fenicios eligieron este lugar para darle descanso eterno a sus muertos. El número y la tipología de las construcciones evidencian un elevado desarrollo social.
Junto a la rompiente de las olas, en un pequeño promontorio, decenas de construcciones circulares, cuadradas o rectangulares daban sepultura a los Fenicios.
Desde lo alto del promontorio de la Necrópolis mirando hacia el norte: Alcúdia y la Serra de Tramuntana.
Este recogido lugar, situado en el centro de la Bahía de Alcúdia, sugiere pensamientos y reflexiones...